Osadía
Muchos, después de ser bautizados con el Espíritu Santo, piensan que deben aceptar la falta de respeto de los que están en contra de nuestra fe; piensan que tenemos que acobardarnos ante las afrentas.
A causa de eso, comienzan a alimentar la timidez como el “dios” de la reverencia. Se vuelven cristianos cobardes, tímidos, vergonzosos y hasta impotentes frente a los desafíos de la vida.
Yo le pregunto a los que fueron sellados con el Espíritu Santo:
¿Dónde está el poder del Espíritu Santo? ¿Usted cree que es el Espíritu Santo, o es su espíritu tímido y cobarde lo que se evidencia de cara a las afrentas de la vida?
Ni siquiera es necesario que responda a esta pregunta, porque es obvia la respuesta.
El Espíritu Santo respeta las decisiones que tomamos. No nos impone ni nos impide que hagamos lo que queremos hacer.
Es por ese motivo que tenemos personas débiles, cobardes y tímidas dentro de la iglesia. Están profesando el Nombre de Jesús, pero viven una vida contraria a la fe.
Y no quieren parar de afirmar: “¡Dios entiende!”, “Dios va a tocar…”, etc.
¡¡¡Hey, psiu!!!! ¡No es así, amigo lector!
Somos nosotros los que tenemos que entender, los que debemos manifestar la fe en Dios. No es cuestión de que Dios entienda. Deje de buscar un chivo expiatorio para que lleve las cargas que usted no quiere asumir.
Quien tiene el Espíritu de Dios tiene el poder para vencer cualquier obstáculo de sentimientos. ¡Tiene poder! No es perfecto, pero tiene la autoridad para expulsar a los demonios, y aun más: ¡¡¡¡a los propios sentimientos!!!!
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