Nuestra Guerra de cada día
La gente sabe que la vida no depende de la suerte, de oportunidades, de dinero o incluso de los estudios. La vida sólo depende de la fe.
Los “sabios” tienen respuestas para todo. Pero cuando la crisis familiar, financiera o de salud llama a su puerta… Ellos no tienen la solución.
El hecho es que cuando la fe está en baja, la duda está en alta. En ese caso, la solución parece imposible. La persona se postra delante de sus problemas. Aunque sean insignificantes.
Sin emabrago, cuando la fe está en alta, la duda está en baja obligatoriamente. Entonces los problemas, dificultades, tribulaciones o cosas parecidas serán insignificantes, aunque parezcan insoportables.
¡La gran dificultad está en mantenerse en la fe! No basta tener fe durante algún tiempo. Es preciso vivirla a cada instante. Por eso, es necesario invertir en ella cada día, en todo momento.
Pero, ¿cómo? Manteniendo la mente ocupada con las cosas de Dios.
Hay aquellos que cumplen sus “votos” con Dios los domingos por la mañana. Inmediatamente después, se relajan en la fe tras haber cumplido su obligación religiosa. ¡Esto es un grave error! Porque el adversario de la fe se aleja cuando ella está en alza. Pero al verla apagada o relajada, inmediatamente avanza contra su víctima.
Cuando se está en la fe, el cuerpo se ilumina delante del diablo; pero, cuando se está en la duda, el cuerpo se queda apagado. De ahí se hace presa fácil del mal.
Observe que los problemas siempre surgen cuando la fe está en declive, ¿no es verdad?
Por eso el Espíritu Santo nos enseña el combate de la fe para posesión de la vida eterna. (1 Timoteo 6:12)
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