Nosotros ponemos la puntuación
Un hombre rico estaba muy mal, agonizando. Pidió papel y lapicera, y escribió esto: “Dejo mis bienes a mi hermana no a mi sobrino jamás se pagará la cuenta del panadero nada doy a los pobres”.
Murió antes de poner los puntos. ¿A quién le dejaba la fortuna? Eran cuatro competidores.
1) El sobrino puso la siguiente puntuación:
¿Dejo mis bienes a mi hermana? ¡No! A mi sobrino. Jamás se pagará la cuenta del panadero. Nada doy a los pobres.
2) La hermana llegó enseguida. Puntuó así el escrito:
Dejo mis bienes a mi hermana. No a mi sobrino. Jamás se pagará la cuenta del panadero. Nada doy a los pobres.
3) El panadero pidió una copia del original. Tiró la brasa para su sardina: ¿Dejo mis bienes a mi hermana? ¡No! ¿A mi sobrino? ¡Jamás! Se pagará la cuenta del panadero. Nada doy a los pobres.
4) Ahí, llegaron los pobres de la ciudad. Uno de ellos, entendido, hizo esta interpretación:
¿Dejo mis bienes a mi hermana? ¡No! ¿A mi sobrino? ¡Jamás! ¿Se pagará la cuenta del panadero? ¡Nada! Doy a los pobres.
Moraleja de la historia:
La vida puede ser interpretada y vivida de diversas formas. Nosotros somos los que ponemos la puntuación. Y eso hace toda la diferencia.
En lo que respecta a la fe, Dios ya nos dio el cheque firmado con el está escrito. Le cabe al que cree llenar el cheque con lo que quiere.
¿Qué quieres que te haga? Jesús.
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