¿Nacido para qué?
Voy a pedirle que se siente en una silla confortable. Quítese los zapatos. Apoye sus codos sobre las rodillas y su mentón en sus manos. Mire atentamente los dedos de sus pies. Elija uno de los pies y ordénele al primer dedo que se mueva. Se movió, ¿no se movió? Conclusión: quien manda es usted.
Ahora mire sus manos. Dele la orden a su pulgar para que toque su dedo meñique. ¿Qué sucedió? Le obedeció, ¿no? Conclusión: quien manda es usted.
Ahora dele la orden a su cuerpo para que se ponga de pie. ¿Y qué tal? Qué maravilla, volvió a obedecer su orden. Conclusión: quien manda es usted.
Estire su brazo y toque algo que esté a su alcance. ¿Vio? Ni siquiera tuvo que esforzar su voz. Su organismo obedeció su orden. Conclusión: quien manda es usted.
Ahora ordénele a su cuerpo que vaya a buscar algún objeto que esté en otro sector de su casa. Creo que estirar el brazo no fue suficiente. Sin embargo, basta darle una orden a sus piernas y listo, queda resuelto. Conclusión: quien manda es usted.
Ahora piense en la situación difícil que desee superar. Pues bien, dele la orden a su organismo para que promueva todas las acciones necesarias para el cumplimiento de su deseo… vaya, ¡fuerza!
Pues bien, en este momento debe estar pensando así: «Pero, ¿cómo?», «No entiendo…», «¿Cómo será posible?»
Usted tampoco nota cómo su dedo obedece a su voz, o su brazo respeta su orden… la verdad es que usted se lo ordenó y listo.
No se disminuya. Usted es una potencia. Recuerde: quien manda es usted.
Gracias por haberse rehusado a estar sentado con los codos apoyados sobre las rodillas como si cambiar su vida dependiera de un tercero.
Ahora usted ya conoce la razón de haber nacido.
¡Que Dios los bendiga!
Saludos,
Dr. César Ribeiro
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