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Morderse la lengua

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“¿Qué es andar en el espíritu?”, preguntó ella. Se trataba de una joven que acababa de llegar a la iglesia y que todavía no estaba familiarizada con algunas expresiones. Entonces, el pastor, le respondió: “Es estar en el espíritu de la fe”. Ella movió la cabeza, dando a entender que había comprendido su simple y, al mismo tiempo, difícil explicación. Todavía confusa se fue a casa y oró, pero nada pasó.

Un día, una compañera de trabajo mintió respecto a ella y la dejó en apuros con la gerente. Se quedó tan frustrada que tomó sus pertenencias y, sin pedir permiso a su jefa, simplemente se fue a casa más pronto. Todavía en el autobús, lloraba y se preguntaba por qué Dios había permitido que pasase todo aquello; a fin de cuentas, estaba siéndole fiel durante los dos últimos meses, que fue cuando se convirtió. Todo lo que conseguía escuchar en su corazón era “Ande en el espíritu…”

“Pero, Señor, ¿cómo puedo andar en el espíritu si no sé lo que significa?” Fue en ese momento que sin ninguna palabra, Dios le habló con claridad. Necesitaba andar en espíritu cuando la caminata fuera difícil, es decir, tenía que desagradar a su carne y obedecer la voz de la fe. Entonces, bajó del autobús, volvió a su trabajo y pidió disculpas a su jefa por el mal comportamiento, que quedó impresionada con su actitud y decidió no tener en cuenta todas las mentiras. Ella no solamente le mostró a su jefa como era realmente, sino que también fue ascendida y se convirtió en gerente.

Eso es lo que pasa todos los días con las personas que “andan en espíritu”. Los problemas vienen para todas, pero si no tenemos la costumbre de usar nuestra fe para combatirlos, usaremos nuestras emociones –que siempre causan problemas todavía mayores. Por ejemplo, cuando el marido dice algo que no le gusta, le responde de la misma forma, empezando una discusión. O cuando descubre que alguien chusmea respecto a usted y, sin pensar dos veces, decide vengarse de todas las personas implicadas, multiplicando el chusmerío todavía más. O, entonces, cuando provoca un escándalo público debido a una pésima atención recibida.

Andar en espíritu es un compromiso diario. Cuando estamos en el espíritu, actuamos de manera diferente a las otras personas, como si fuésemos intocables muy superiores para envolvernos con las cositas de este mundo. Aprendemos a mordernos la lengua y a ignorar determinadas cosas y seguir adelante.

Las personas que andan en el espíritu siempre controlan de sus emociones. Las que están en el espíritu también andan en espíritu. Por eso, si usted está en el espíritu, ¡ande en espíritu!

Cristiane Cardoso