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Mirad a Abraham

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios. Hebreos 11:8-10

¿Cuál es la ciudad que existe en este mundo que tiene fundamento cuyo Arquitecto y Constructor es el Propio Dios? ¿Rio de Janeiro, São Pablo, New York, Los Ángeles?

¡No y mil veces no! Pues todas ellas tuvieron un arquitecto humano, y el fundamento de esas ciudades es de arena.

La ciudad que tiene esas características es Nueva Jerusalén. Y Abraham se tornó el Padre de la Fe no por los sacrificios materiales que colocó en el Altar, ni aun por haber entregado a su propio hijo, sino por haber sido llamado, con certeza, para ser habitante de esta ciudad. Él obedeció e hizo la diferencia entre los hombres no solo por las conquistas materiales, sino por el comportamiento y la conducta de fe.

Abraham vivía en el sacrificio, pues su deseo era habitar en esta ciudad. Para ser habitante de la Nueva Jerusalén, renunció a todo, y eso durante años y años, incluso antes de que Jesús dijera: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Mateo 16:24

Abraham ya practicaba eso, pues tenía conciencia de que las ofrendas que hacía, por más grandes que fueran, no eran superiores al Altar, pero que el Altar sí santificaba a las ofrendas.

No es la ofrenda (vida) o cualquier otra cosa que se coloca en el Altar lo que lo santifica, sino que es el Altar el que santifica las ofrendas.
Por eso nuestro Dios, a través del profeta Isaías, sugiere:

Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué. Isaías 51:2