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Ministerio Sagrado

¿Por qué el trabajo de todos los pastores no se desarrolla de igual manera, si todos, supuestamente, tienen el mismo Espíritu?

R.: Podríamos enumerar muchas razones, pero la más evidente es la falta de dedicación, de sacrificio o de entrega total.

Cualquiera que sea la profesión o tarea a ser hecha por alguien, exige su dedicación completa y total. Si esto falta, el desarrollo de su trabajo estará comprometido.

Competencia, conocimiento, sabiduría y todo lo demás queda neutralizado delante de la falta de empeño total.

Lo mismo se da con el siervo de Dios. No sirve ser bautizado con el Espíritu Santo y saber hacer la Obra de Dios, si no hay dedicación de su parte.

Dedicación significa continuidad, perseverancia. La Obra de Dios depende de la perseverancia de la fe para combatir el trabajo perseverante del destructor de vidas. Mejor dicho, ¡no es sólo la Obra de Dios! La propia salvación depende de la perseverancia en la fe.

El Señor Jesús dijo:

“Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.” (Lucas 11:21-22)

¿Quién es el hombre fuerte armado? El diablo.

¿Y quién es el más fuerte que él? ¡El siervo de Dios!

¿Quién es su palacio? El ser humano.

El siervo de Dios está debidamente habilitado por el Espíritu Santo para sobreponer al fuerte y arrancarlo de aquel “palacio”. ¡Pero tiene que luchar! ¡Tiene que trabajar! ¡Tiene que dedicarse de cuerpo, alma y espíritu! La victoria sobre el mal no es automática ni se hace a base de magia.

La salvación exige el sacrificio de la fe…