¡Me cansé! ¡Yo cambié! ¿Y tú?
Obispo Macedo y señora Ester:
Llegué a la Iglesia Universal con una valija en la mano. Nada más.
Y con un cuerpo inmundo, sucio y gastado por los años de prostitución
y violencia sexual sufrida en los clubs nocturnos y burdeles de
España.
Trabajaba como bancaria en Vitória, en Espírito Santo, cuando fui
seducida por una propuesta de empleo mejor en Asturias.
Ni bien arribé al aeropuerto, me llevaron directamente a un club
nocturno y me dijeron que había sido comprada por una red de tráfico
de mujeres.
Me sacaron los documentos, me arrojaron en una habitación estrecha y
oscura, y enseguida me obligaron a bañarme para recibir a mis primeros
clientes.
En la ducha, sola, pensando en mi hijo y en mis padres que habían
quedado en Brasil, me derrumbé.
Me había convertido en una prostituta. No logro contar esto sin llorar.
Obispo y señora Ester, ¡el infierno comenzó en mi vida como nunca imaginé!
Fui agredida por drogadictos, torturada por hombres que fantaseaban
cosas imposibles de contar aquí. Me obligaban a mantener cinco o seis
relaciones sexuales en una noche. Y mucha podredumbre, ¡solamente yo y
Dios lo sabemos!
Muchas jóvenes brasileñas eran violadas durante horas al intentar huir
de los clubes.
Una vez les pedí que me perdonaran “mi deuda”, pero un hombre de
seguridad me amenazó y me apuntó a la cabeza con un arma. Vi a muchas
chicas desaparecer al ser llevadas al llamado “cuarto de castigo”.
Un pastor español de una iglesia evangélica tradicional se convirtió
en mi amante y me sacó del club. Él también me agredía.
Comenzó a mantenerme hasta que falló y fui ofrecida nuevamente a una
casa de prostitución.
Un día, acostada en la cama del burdel, escuchando la radio, oí a un
pastor de la Iglesia Universal y escapé de aquella prisión. Entré por
las puertas de la IURD en Sevilla humillada, con mi vida amontonada en
una valija vieja.
En el piso, cansada, casi sin fuerzas, decidí cambiar. No acepté
seguir vendiendo mi cuerpo y comencé a trabajar de empleada doméstica.
Tras mi proceso de liberación, soy una nueva mujer, limpia y
modificada por la compasión de Dios y por mi fe lanzada en el altar.
El Señor Jesús me transformó, me sacó toda la suciedad, me hizo una
nueva criatura.
Esta Hoguera Santa fue más que una decisión para mí. Provocó un antes
y un después en mi vida.
Me miré al espejo y repetí para mí misma: “¡Me cansé! ¡A partir de
hoy, yo ya cambié!”
Ahora visitamos los burdeles para socorrer a otras muchachas, y repito
esto para mis ex compañeras prostitutas: “Y tú, ¿ya te cansaste?”
Muchas se están convirtiendo y cambiando el rumbo de sus vidas.
Estuve en el lanzamiento de su libro en Madrid y me alegré
junto a mis amigas de la fe. Son las esposas de los pastores y las
obreras que me ayudaron desde el principio y ayudan a otras jóvenes
brasileras, rehenes del tráfico de mujeres.
Al leer su biografía, me identifiqué con varios momentos de dolor e
injusticia enfrentados por usted y por la señora Ester.
Ustedes, hoy, son un ejemplo para mí. Medito sobre cada situación
vivida por la señora Ester en busca de ese carácter de mujer de Dios,
fiel y temerosa como ella. Les debo mi vida. Debo mi vida al Dios de
la Iglesia Universal.
Elisângela Borges, 33 años.
Madrid, España.
[nggallery id=29 template=galleryview images=0]
Portugués
Inglés
Francés
Italiano
Haití
Ruso
