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Matrimonio blindado, lección aprendida

20150115Alguien un día dijo que el buen profesor «no solo enseña, sino que transforma». Basándose en este principio, es posible decir que Renato y Cristiane están entre los mejores profesores de Brasil.

Al frente de «The Love School«, la pareja utiliza la TV como lo que verdaderamente debería ser: una herramienta útil y divertida, hecha a medida para la sociedad que la vea.

Otro mérito del dúo es la elección de la familia como el público al que se dirije. No podría haber otro mejor y más amplio. Los partidos políticos instruyen a sus afiliados; las iglesias instruyen a sus miembros; las escuelas instruyen a sus alumnos. Instruir a la familia, sin embargo, es invertir en el cimiento de la civilización.

Técnicamente bien realizado y con pautas certeras, «The Love School» posee como triunfo el hecho de ser 100% real, lo que lo acerca al público. El programa no trata temas estrafalarios, sino dilemas cotidianos y, con esta fórmula, triunfa donde muchas superproducciones de la TV fracasan y logra establecer un «puente sólido» con sus telespectadores.

Es un hecho que, como conductores de TV, Renato y Cristiane aún están comenzando, pero la propuesta de la atracción deja en claro que la pareja no tiene como objetivo principal entretener, sino enseñar. No son animadores, sino profesores. Y lo mejor: dejan en claro, en todo momento, su posición de eternos alumnos.

En la escuela, conocí a profesores que dominaban la materia, pero que eran incapaces de domar su propio ego. Como resultado, sus clases eran perfectas, pero huecas, y su relación con los alumnos era distante y vacía.

Sin embargo, Renato y Cristiane cuentan sus propias experiencias y comparten incluso sus fracasos. En ningún momento se dicen perfectos, sino que demuestran estar buscando la perfección. La postura de ambos es cautivante y, por encima de todo, sincera, respondiendo a una de las mayores carencias de la actualidad.

No obstante, el punto alto de «The Love School» no es el desempeño de sus realizadores, sino el impacto causado por sus lecciones. La atracción no busca la cosecha, sino la siembra.

El alto número de testimonios impresiona y no es exageración afirmar que el programa – aliado al libro «Matrimonio Blindado» y a los demás materiales producidos por Renato y Cristiane – viene reescribiendo la historia de millares de personas.

Es imposible calcular los efectos de un matrimonio restaurado. A simple vista, parece generar la felicidad de dos personas, lo que ya sería increíble, pero, en realidad, su impacto va más allá.

Un matrimonio restaurado genera hijos emocionalmente saludables, que, a su vez, les transmitirán tal experiencia a sus propios hijos, y así en adelante. El cambio en un hogar puede beneficiar a toda una generación y, en última instancia, a toda la sociedad.

Mucho se dice que la educación es la solución para la delincuencia, y, de hecho, lo es, aunque no sea la única. Existe otra llamada amor, y esta no puede ser aprendida en las escuelas, sino en los hogares.

Los hijos de padres divorciados saben cuán difícil es encarar esta realidad. Los que crecieron oyendo a sus padres intercambiando rencores y acusaciones también. ¿No sería bueno ver a sus padres viviendo otra realidad? Es por eso que «The Love School», independientemente de cualquier otro detalle, merece un aplauso.

Algunos detestarán este texto y dirán (como si estuvieran denunciando un crimen): «Ellos son de la Universal. ¡Ella es hija de Edir Macedo!»

Da igual si son de la Universal. Podrían ser católicos, espiritistas, adventistas, umbandistas o incluso ateos. Si están haciendo el bien, no están sirviendo al mal. Si alguien me da un buen consejo, no le pregunto el nombre de su padre, solo digo «gracias».

Renato y Cristiane dejan en claro que su opción religiosa no compromete su función social.

De las clases que tuve en la escuela, me olvidé de gran parte del contenido. Sin embargo, de algunos profesores no me olvidé jamás, porque, finalmente, lo que importa no es la teoría, sino la práctica. Y en esta cuestión, Renato y Cristiane parecen merecerse la nota máxima.

Por Arthur Vivaqua, columnista de la página RD1