Manteniendo la fe pura
“Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra del SEÑOR, diciendo: ¿No podré Yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel?Jeremias 18:3-6
Meditando en el hecho de que la vasija se echó a perder en las “manos” del Alfarero (Dios), entiendo que la única cosa que limita Su poder es nuestro libre albedrío.
Uno de los mayores impedimentos para el cumplimiento del propósito de Dios en las últimas generaciones es la idea, cada vez más global, de que “tenemos el derecho de hacer lo que nos agrada, y que a nadie le interesa”. Aquel que tiene esa actitud con las personas, inevitablemente tendrá la misma con Dios.
De hecho, ¿no Lo hemos tratado de este modo algunas veces?
Cuando somos jóvenes y la fe es “pura”, pensamos que tenemos un cuadro bien claro de lo que Dios quiere hacer con nosotros y por medio de nosotros. Ahora que somos más grandes, nos damos cuenta cuán lejos estamos de eso, y es todo culpa nuestra. Dios no fue capaz de hacer de nosotros y por nosotros lo que Él “quería y tenía planeado”, porque nos resistimos a Su poder y permitimos que otras influencias nos moldearan en algo mucho menos útil y valioso. Por cierto, el altar es el lugar donde debemos mantener nuestro “libre albedrío”, o sea, este debe ser SACRIFICADO.
Pero, todavía hay esperanzas para quien “quiera” ser moldeado por Dios independientemente de cuánto tiempo se haya resistido a Él. Saulo de Tarso era una vasija echada a perder mientras se resistía al poder de la Palabra de Dios y “daba coces contra el *aguijón”, pero cuando preguntó, temblando, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, Dios lo transformó en una vasija de honra.
No importa cuán echada a perder pueda estar nuestra propia vida, o por cuánto tiempo ha estado en esta malformación, si “queremos” este cambio con TODO nuestro ser y fuerza, Dios lo realizará en nuestras vidas.
Dios los bendiga.
* El aguijón era un asta larga de metal con la punta afilada, cuyo propósito era producir incomodidad y dolor en el animal, obligándolo a obedecer a su dueño. Solo era usado en los animales porfiados y obstinados.
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