Un día fui a visitar a mis familiares y, cuando volví, reflexioné sobre todo lo que oí… lo que, es más, no cambió nada.

La primera vez que fui invitada a ir a una iglesia, fue por los parientes de mi esposo en mi adolescencia.

A pesar de ser, o de considerarse “creyentes” hace mucho tiempo, nada cambia en la vida de ellos y cuando cambia es siempre para peor.

Ellos viven en un doble ánimo, en un momento están llenos de fe y en el otro están totalmente apartados. En esas idas y venidas, nunca conquistaron nada y perdieron lo que tenían. Todos deshicieron sus familias, están en el segundo matrimonio, llenos de hijos, en pésima condición financiera, algunos se involucraron en cosas mucho peores, sin embargo, lo que más me incomodó fue la parte espiritual.

Ese día, conversando con ellos, noté que están detenidos en el tiempo. Dan vueltas alrededor de las cosas que oímos ni bien nos convertimos. No es que eso no tenga importancia, y entiendo que, como el pastor habló uno de estos días, la Palabra es la misma, las personas son las mismas, pero siempre hay gente nueva llegando que necesita oír lo que oímos al principio, pero ellos ya “se convencieron” hace más de 20 años.

Cuando llegamos a la presencia de Dios, Él Se revela por medio de Su Espíritu. Entonces comenzamos la jornada de la fe, en la caminata del Reino de Dios y vamos, a cada paso, “graduándonos” en las cosas de Dios. Él nos alimenta con Su Palabra, primeramente, con la leche espiritual. Y a cada paso dado, nos volvemos más preparados para “alimentos” más sólidos, y así sucesivamente.

Sin embargo, esas personas, con ese “va y viene” en la fe, siempre están teniendo que empezar todo de nuevo, cuando deciden volver a Dios. Eso es muy deprimente.

No me considero nada, pero, a cada paso, Dios nos revela un poco más. Estoy en la presencia de Dios hace 12 años y creo estar en la “sopa con algunos pedacitos de carne”, jajaja.

Pero nuestra ventaja en la IURD es que, comenzando por el obispo Macedo, que está en la presencia de Dios hace más de 40 años y ya está en el “lomo espiritual”, por medio del Espíritu Santo, se les pasa ese alimento “nutritivo” a los pastores y ellos nos lo pasan a nosotros… ¡Gracias a Dios por eso!

¡Bueno sería que todos pudiesen, o mejor dicho, quisiesen participar de ese “lomo espiritual” del cual disfrutamos cada día!

¡Dios los bendiga!

Amiga