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La gloria de los griegos

Fiesta de la Pascua.

El pueblo judío subía a Jerusalén para celebrar su liberación de la esclavitud egipcia.

Entre los que subían para adorar durante la fiesta, había algunos griegos que aprovechaban la oportunidad para conocer a Jesús.

Cuando supo que algunos griegos querían conocerlo, Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. Juan 12:21-23

Los ciegos veían, los muertos resucitaban, los paralíticos caminaban, los leprosos eran limpiados, los poseídos eran liberados y una infinidad de milagros más habían sido realizados. Pero ninguno de ellos había sido suficiente para glorificar a Jesús.

Las multitudes le salían al encuentro con mantos y palmas en Su entrada a Jerusalén. Pero aun no era motivo de ser glorificado.

¿Qué milagro, qué adoración, qué palabras de alabanza expresarían realmente Su gloria?

Los griegos atendieron los deseos del Señor.

No por pertenecer a la sociedad filosófica, sino porque valoraban más la razón que los sentimientos.

Una cosa es la gloria por los milagros realizados, otra es la gloria por lo que Jesús es.

Hasta entonces, el pueblo Lo buscaba por los milagros o por la curiosidad de verlo operar milagros.

Pero lo que los griegos querían era realmente conocerlo.

Esa es la actitud que hace generar los nacidos del agua y del Espíritu.

Son estos los que hacen llegar la hora de glorificar al Hijo del Hombre y trasladan la fiesta de Jerusalén a los Cielos.

“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.” Lucas 15:7