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La falsa intención de la religiosidad

¿Ya escuchó hablar de la mutilación genital femenina? Es un tipo de incisión, en el que algunas partes del órgano genital femenino son extirpadas para que la mujer no sienta placer en las relaciones sexuales.

Se cree que esta práctica todavía existe debido a la influencia de creencias en antepasados africanos. Pero, de acuerdo con los estudios, la razón predominante de este procedimiento es la tradición. Ese tradicionalismo se justifica por varios motivos que, en mi opinión, no justifican tal brutalidad por nada del mundo: 1 – preservar la virginidad de la mujer hasta el casamiento; 2 – proteger la honra de la familia; 3 – hacer a la futura esposa más dócil y menos propensa a la promiscuidad, a pesar de reducir su deseo sexual; 4 – aumentar el placer del hombre; 5 – evitar que las jóvenes sean rechazadas como esposas, en caso de que no sean circuncidadas; en fin, podría enumerar una lista, pero nada, como ya dije, justifica tal acto.

La religión atrae a las personas, sin que ellas lo perciban, para infiltrar en sus mentes pensamientos totalmente contrarios a lo que Dios enseña, haciendo, así, que sean cauterizadas en su comprensión.

Es eso lo que hace el apego a la religiosidad: saca la visión espiritual de las personas. Justamente aquello que las haría pensar terminan siendo quitado por la religión.

Hasta uno de los mayores filósofos del mundo, Karl Marx, clasificó la religión como el “opio del mundo”. El opio es un narcótico. Y, como todos sabemos, la función de todo narcótico (droga) es entorpecer.

El espíritu de la religiosidad hace así. Saca el sentido crítico de las personas para que, luego de estar entorpecidas y alienadas, inyecte en sus intelectos sus falsas intenciones. Es por este motivo que temas como aborto y homosexualidad, por ejemplo, insisten en ser considerados tabúes por la religión. No debería ser así. Creo que el mundo sería mucho menos hipócrita si las personas actuaran como piensan, de verdad.

Piense en esto: si tuviéramos que tener cuidado de algo, que sea con este espíritu engañador de la religiosidad. Y, además de eso, que podamos tener el cuidado de guardar nuestra fe, que es la única capaz de mantenernos con los ojos espirituales siempre abiertos.

iPero eso sólo sucederá si esa fe fuera inteligente!

¡Un gran abrazo!

Jaqueline Corrêa.