thumb do blog Blog Obispo Macedo
thumb do blog Blog Obispo Macedo

La diferencia

La diferencia entre la mujer guiada por el Espíritu y las demás mujeres…

Las otras mujeres lloran y sienten pena. La mujer guiada por el Espíritu hace lo que esta me escribió:

Mi experiencia en Santa Maria (RS)

Me desperté escuchando gritos desesperados y el sonido de la sirena a todo vapor corriendo por la ciudad.

Ni me imaginaba que se trataba de una tragedia de grandes proporciones. Al principio, la información era que 20 jóvenes habían muerto después del incendio en la conocida discoteca Kiss.

Alrededor de las 10 hs, fui allá a ver lo que realmente estaba sucediendo, pues muchas personas lloraban en la calle y otras hablaban desesperadas por celular.

Cuando llegué, me encontré con una escena horrible: un camión parado y varios cuerpos siendo amontonados, uno sobre el otro, todos de jóvenes que, horas atrás, bailaban y se alegraban, pero de los que ahora solo estaban los cuerpos, sin valor, siendo tirados en el camión.

Una joven a mi lado le preguntó a un bombero si aún había muchos cuerpos para ser retirados de la discoteca Kiss, y él, con un semblante perplejo, dijo: “Sí. Varios, decenas”.

“Ya están confirmadas las muertes de más de 150 jóvenes”, respondió él, y parecía que no creía en la realidad que estaba viviendo.

No paraban de llegar familiares de los jóvenes muertos, todos desesperados y sin creer en lo que estaba sucediendo.

Alrededor de las 14 hs, los cuerpos ya habían sido llevados al gimnasio, y logré entrar a la discoteca.

“¡¡¡Mi Dios, qué horror!!!”, pensé.

Era un escenario de terror, desesperación y muerte. Centenas de zapatos y ropas tiradas en el piso. Los perros buscaban los cuerpos dentro de Kiss, y el olor a humo incomodaba.

Me imaginé cómo estarían los familiares de aquellos jóvenes.

Me dirigí al gimnasio, pero me detuvo un representante de la seguridad que no autorizó mi entrada, pues no eran mis familiares los que estaban muertos allí dentro. Pero, dentro de mí, era como si lo fueran. Sentía el dolor y no desistí hasta entrar. Necesitaba ayudar de alguna forma, dar apoyo y llevarles el consuelo que solo quien tiene el Espíritu Santo es capaz de dar.

Finalmente pude entrar en el lugar donde los familiares reconocían a sus muertos.

¡Qué escena de película de horror!

Varios cuerpos en el piso enfilados. Jóvenes que murieron con semblante de desesperación. Muchos con agujeros por el cuerpo, debido a las pisadas de las chicas, que luchaban para sobrevivir. No sé cómo explicar la escena fuerte. Y las madres, padres, parientes y amigos tenían que ver aquella imagen triste. Mi Dios, ¿qué mente soportaría ver aquella imagen? ¿Cómo ayudar a esas personas?

Me identifiqué como psicóloga, para ser más útil, y poder llevarles el apoyo necesario a aquellos familiares que pasaban por el mayor dolor que alguien puede pasar en la vida. Todos los que salían de la sala donde habían reconocido los cuerpos, de entre más de 200, eran conducidos por los médicos hasta nosotros, los psicólogos, para que pudiéramos calmarlos.

Salió una madre en total desesperación: “Mi dos únicos hijos… ¡¡¡¡No!!!!”

Y la médica la envió hasta mí.

Lloraba la madre, que perdió a sus dos únicos hijos: uno de 21 años y el otro de apenas 19. Se sintió mal y hubo que administrarle un calmante. La abracé y le dije que el Señor Jesús iba a darle fuerzas. En este momento, ninguna palabra es capaz de calmar el dolor. Entonces, oré en silencio para que el propio Espíritu Santo que me estaba consolando por la pérdida súbita de mi amado marido, que había muerto hacía un mes, también la consolase, y la abracé.

No era un simple abrazo, sino que tenía que ser el abrazo del propio Dios. Olvidé mi dolor y sentí el dolor de esas personas. Yo, gracias a Dios, tengo el Espíritu Santo, El que me consuela. Y esas personas, ¿qué tienen?

¿Cómo soportarlo? Personas saliendo perplejas y desesperadas de la sala donde estaban los cuerpos. Muchas se descomponían y se desmayaban.

¿Cómo es posible? Un día antes ver a sus hijas bien, alegres y, de un día para el otro, verlas tiradas en el piso, desfiguradas, ya con el cuerpo verdoso, ¡y muchos otros cuerpos con el semblante horrible de ver!

Pasé el día allá junto a mi hermana, que hace la Obra de Dios aquí en Santa Maria, y también junto a voluntarios como pastores, obreros, miembros de la iglesia e integrantes de la Fuerza Joven.

Fueron muchas las madres que tuvimos que amparar. Madres que perdieron a sus únicos hijos, madres que estaban

en shock – no podían estar de otra forma…

Los féretros pasaban constantemente a nuestro lado.

En una sala improvisada, los propios familiares vestían y arreglaban a las víctimas en los cajones. Todo sin la menor privacidad. Todos teníamos acceso a aquel momento, y a muchos no les afectaba porque estaban unidos por el mismo dolor.

El velorio colectivo comenzó y la despedida fue dolorosa.

Una madre gritaba: “Le dije a mi hija que no viniera a la fiesta, pero no me oyó… ¡Vino!” Lloraba desesperada, casi a punto de enloquecer. Solo la abracé y llamé a un médico para que la medicara.

Otra señora, que hacía un mes había perdido a un hijo en un accidente de auto, perdió el único hijo que le quedaba en la tragedia de Kiss. Imagínese la desesperación… Solamente viéndolo se puede entender. Sin hablar de tantas otras madres que sufrían de igual modo.

Todos sufrían.

Lara, de 18 años, lloraba la pérdida de su hermano: “Mi hermano… No, ¡Mi Dios! Él estaba tan bien… Ay, ¡qué dolor!

Él estaba en la discoteca para festejar su ingreso al curso de publicidad, y ni se daba cuenta del fin trágico que tendría.

Después de todo un día involucradas en ese drama, llegamos a nuestra casa física y psicológicamente cansadas, pero con la certeza de haber hecho lo que el Señor Jesús hubiese hecho en nuestro lugar: “Consolando a los que lloraban” Todo gracias al Espíritu Consolador que habita dentro de nosotros.

El día siguiente a la tragedia, me reuní con las integrantes del grupo del que también formo parte, el Godllywood, para que juntas fuésemos al hospital a brindar apoyo y a pasarles fe a los familiares de las víctimas que están en grave estado, luchando por sobrevivir, todos a la espera de un milagro.

Señora Cris, le envié un mensaje días después de la muerte de mi marido, y le agradezco por las palabras de fe que recibí.

Vine a Santa Maria a pasar algunos días a la casa de mi hermana, que es esposa de pastor aquí en la ciudad. Y gracias a Dios pude dar lo que recibí gratuitamente de Dios, pues Él me ha consolado todos los días.

Olvidé mi dolor y pensé en el dolor inmenso que aquellas familias estaban viviendo. Le agradezco por todas las enseñanzas y por formar parte del grupo Godllywood que, a través de las reuniones y tareas me enseña, entre otras cosas, ¡a ser FUERTE!

Besos llenos de cariño y agradecimiento para usted, mi Big!

Amiga