Justicia que destruye
“Yo no consigo ser una persona de Dios, por más que trate, parece que no hay solución para mí y a veces tengo voluntad de desanimar.” Una joven se desahogó en estos días…
En toda la creación, sea del Creador, sea de la criatura hay el llamado punto de equilibrio. El cuerpo humano, el avión, el automóvil; en fin, todo funciona dentro de un equilibrio. Y del punto de vista de la fe no es diferente.
Sobriedad es una condición para el ministerio del Obispo. O sea, “irreprochable o equilibrado” (1 Timoteo 3:2).
¿Y del punto de vista de la justicia por la fe?
Muchos convertidos han sido frustrados en la fe justamente por excederse en su justicia. Esto es, en la manera de ver y juzgar las cosas. Cualquier cosita ajena ya es motivo de crítica y escándalos. Todo es criticado minuciosamente…
Ejemplo de eso es en el compromiso de los diezmos. Muchos son tan justos que al pagar sus diezmos colocan exactamente el 10% de lo ganado, incluyendo hasta los centavos. Obviamente no estamos tratando de diezmos. Pero, sí, de los excesos con relación a la justicia del justo.
Para tales personas la broma más inocente ya es motivo de escándalos. Ellas se olvidan que a pesar de no pertenecer al mundo, aun así, viven en él. Y por causa de eso no se puede exigir mucho de los demás ni de sí mismo.
desafortunadamente muchos acaban abandonando la fe por no conseguir atender las responsabilidades excesivas de sí mismos. O del espíritu engañador disfrazado de santidad… El equilibrio de la fe no significa tolerar el pecado ni exagerar en la santidad.
Hay fe para comer legumbres y hay fe para comer carne… Pero cada uno tiene su propia fe bien definida.
La fe inteligente no solo respeta la fe ajena, sino, que sobre todo cuida del desenvolvimiento de sí mismo.
“No seas demasiado justo, ni sabio en exceso; ¿por qué habrás de destruirte?” (Eclesiastés 7:16).
Una de las características del obispo es la sobriedad.
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