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Foto del alma

La historia de Caín y Abel se repite diariamente en las iglesias cristianas.
Todos los días, cristianos – buenos o malos – presentan sus ofrendas.
La mayoría deposita el fruto de su trabajo delante del Altar, mientras que la minoría deposita las primicias junto con la gordura en el Altar.

La ofrenda de Caín, aparentemente, tenía valor por ser voluntaria. Dios no le había pedido nada. Él mismo “andando el tiempo, trajo del fruto de la tierra una ofrenda al SEÑOR.”

Es probable que Le haya atribuido el milagro de la multiplicación al Señor y haya querido agradecerle.

La ofrenda despreciable, la ofrenda desdeñosa, la ofrenda de mala voluntad, la ofrenda con murmuración, la ofrenda inmunda, las ofrendas agradables y todas las demás, reflejan solo lo que hay en el corazón del ofrendante.

La ofrenda es una foto a color del corazón del ofrendante delante de Dios.

Si ofrenda es inmunda (resentida), Jesús enseña:

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” Mateo 5:23-24

Poca gente sabe eso.
Dios no detalló el tipo de fruto ni la calidad como lo hizo con la ofrenda de Abel.
Solo la rechazó debido al corazón del ofrendante.
Ella quedó delante del Altar y se pudrió allí de la misma forma que la vida de Caín.

Todo porque en él había algo malo:

Si bien hicieres, ¿no serás aceptado?
Si hubiese procedido bien, hubiera sido aceptado.

Al contrario de Caín, Abel, como pastor de ovejas, trajo las primicias de su rebaño y la gordura de este.

Nada casual o de cualquier manera.
Buscó y escogió entre su enorme rebaño algo que expresara fe, amor, gratitud y temor.
Algo que reflejara su entrega personal.
Quería agradar de verdad al Señor…

No fue en vano que, a causa de su ofrenda, alcanzó testimonio de ser justo.

“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.” Hebreos 11:4