Experiencia
¡Buen día!
Quería contar mi experiencia del miércoles pasado, el día 10. Ya frecuento la Iglesia hace 20 años, sin embargo había cosas malas en mí: mi naturaleza, mi mal carácter, en fin. Cosas que, aunque ya Le hubiese pedido perdón a mi Señor, continuaban allá. Porque estaban dentro de mí y, en realidad, aún no había sucedido el verdadero nuevo nacimiento.
Inclusive, ya había enviado e-mails para desahogarme de cosas personales, y desde ya agradezco la atención. Los consejos que me dieron abrieron mis ojos, ¡¡¡me despertaron!!!
El miércoles, fui a Chelas, y en el momento en el que el obispo llamó al altar a quien no había sacrificado de hecho y de verdad, yo fui. Con todos mis errores y fallas, con todo lo que es malo, fui hasta el altar, porque nunca había sacrificado realmente todo, esta es la verdad desnuda y cruda.
No sé si ustedes pudieron participar de esa reunión, pero en el momento en el que el obispo nos dijo que no oremos, que iba a orar él, yo estaba con los ojos cerrados, y algo que no tiene explicación invadió mi interior: una paz inmensa, un fuego, un amor, un arrepentimiento por mi pasado repugnante y malo.
No sé explicarlo… Todos los días pienso en aquel momento. Cuando abrí mis ojos y miré alrededor, yo era otra mujer, otra persona, no sé explicarlo…
No me preocupé por hablar en lenguas, conforme el obispo nos aconsejó, pero la verdad es que aquella paz se mantiene. Una paz inmensa, una alegría, una certeza en mi interior, pues ahora sí está el Espíritu Santo dentro de mí.
Pero, sabe, confieso que de vez en cuando vienen los malos pensamientos, las dudas: “¿Será que es?”
Sin embargo, delante de mi Dios, no voy a permitir que esos pensamientos y esas dudas tomen cuenta de mi interior. ¡Ni pensar, nunca más!
Porque yo nunca más fui la misma desde aquella noche, y nunca más seré, ¡¡¡para la gloria de mi Señor!!!
Los mejores saludos,
Sandra.
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