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Ex chicas del mundo

Obispo Macedo,

Existe una realidad alarmante en una parte olvidada de Brasil que su testimonio de fe está ayudando a cambiar.

En el interior de Pará, muchas chicas de 12, 13 años son obligadas a prostituirse a cambio de comida y ropa. Son muchachas ribereñas que llegan a vender la virginidad hasta por 15 reales. Existe mucha miseria por aquí.

Pero ahora el libro Nada que Perder está ayudando a traer un poco de esperanza para esas chicas.

Mi nombre es Olavo de Moraes Souza, tengo 33 años, y ayudo a coordinar el trabajo de evangelización en las comunidades aisladas por las aguas en la ciudad de Moju.

Tenemos dificultad para acceder en algunas épocas del año porque los ríos se secan y solo vuelven a ser navegables en el período de las crecidas.

En una de esas aldeas aisladas, en Puerto de la Balsa, hace dos semanas, distribuimos centenas de ejemplares de Nada que Perder entre la comunidad ribereña.

La mayoría de las chicas y de sus familias aceptó nuestra ayuda en ese mismo momento.

Obispo, vea la historia de María, que salió de esa vida marginal gracias a la Iglesia Universal del Reino de Dios y nos ayudó a distribuir los libros en esta guerra por la recuperación de las chicas esclavas de la prostitución.

“Mi vida nunca valió nada en esta parte del Amazonas. Mi papá se embriagaba y rompía todo en casa durante sus crisis de borrachera.

Llegaba a tirar nuestros juguetes al río como forma de castigo. Crecí sola, en mi rincón, con rencor de mi padre y en búsqueda de cariño y atención.

Pronto pasé a entregar mi cuerpo en las riberas de los ríos de mi ciudad.

Hombres casados, sucios, más grandes, violentos, ebrios. En la vida de una prostituta aparece de todo. La depresión invadió mi alma.

Intenté matarme tres veces, la última cortándome las venas.

Un día, me ofrecieron trabajar en una casa nocturna en otro estado, lejos de Pará,  y entonces fui evangelizada por una joven de la Iglesia Universal.

Yo estaba sola en una parada de ómnibus, desolada, con mi interior en tinieblas, sintiendo asco de mí misma por la podredumbre de vida que llevaba.

Decidí poner un punto final y vencer mis miedos.

Hoy, hace 19 años que estoy en la presencia de Dios, libre del pasado que me aprisionó. Estoy casada, tengo un marido maravilloso, y ahora lucho para llevarles a otras chicas prostitutas el mensaje de fe que me salvó.

Confieso que recibí su biografía con una enorme alegría aquí en mi tierra. Vi en cada libro una chance única de conquistar innumerables vidas perdidas.

Muchas chicas sonríen discretamente cuando reciben el libro Nada que Perder.

Piden socorro en forma de un abrazo. Mi oración es por cada una de ellas todos los días de mi vida”.

María Muniz, 35 años.

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