¡Hola, obispo!

Me gustaría compartir con usted la experiencia que tuve aquí. Ya hace algunos años hemos buscado pasarles a las personas la importancia de priorizar al Espíritu Santo. Tuvimos seis Ayunos de Daniel, pero este último fue una revelación, fue renovador y transformador, para hacer que el pueblo conozca al Salvador por medio del bautismo con el Espíritu Santo. Fue vivido a cada día, con la mente vacía de informaciones y de todo lo que no edifica. ¡Ah, qué día!

¡Fue maravilloso ver a las personas probando la mayor alegría, que es Eterna!

Hay un ejemplo de una señora que hace 28 años conoce la Iglesia. Ella vino de una vida miserable, comía basura y no tenía una casa donde vivir. Frecuentando la Iglesia, oyendo la Palabra que puede cambiar todo, hoy tiene una casa de lujo, tiene un hijo que es pastor y una hija que está casada con un pastor de nuestra iglesia, pero ella nunca, en estos 28 años, tuvo el deseo de ganas almas para Dios. En este ayuno, el Espíritu Santo encontró libertad para revelarle a ella lo más importante: ¡quien es salvo quiere salvar!

Y sacrificando en este ayuno, ella me buscó con lágrimas diciendo que no puede estar un minuto más sin ganar almas y sin ser una obrera de Dios, porque reconoce que perdió mucho tiempo.

¡Este fue solo un ejemplo de muchos otros que fueron bautizados con el Espíritu Santo y que están decididos a deshacer las obras del diablo!