thumb do blog Blog Obispo Macedo
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¡Es necesario que a usted le suceda esto!

¡Buenas tardes obispo!

Mi nombre es Fernanda, soy obrera del Cenáculo principal en Salvador (BA). Tengo 27 años, soy veterinaria y, en este exacto momento, estoy de guardia en una clínica.

Estoy siempre en busca de lecturas que aumenten mi fe, y sus libros son excelentes para eso. En este momento estoy leyendo su libro más nuevo, “Nada que Perder”, y no puedo dejarlo. Leo y releo muchas veces el mismo párrafo, para estar segura de que no pasé por alto ningún mensaje. Desde el principio ya me identifiqué en seguida con el título, al final, cuando llegué a la iglesia yo tampoco tenía nada que perder, era la última puerta, como sucedió con tantas otras personas antes de que llegaran a la IURD.

Cuando comencé a leerlo, estaba pasando por una gran tribulación en mi vida y, cada palabra, cada mensaje de este libro, fue muy importante para mantener mi fe caliente. Una de las partes que más me ayudó, en los primeros capítulos, es cuando usted dice así: “Dios no hizo al rey David. Goliat el gigante y la afronta contra todo el pueblo de Israel fueron los que lo hicieron. Abraham aprovechó la esterilidad de Sara para probar su fe irrestricta en Dios. Los desafíos, las luchas, las dificultades son oportunidades para crecer.”

Siempre le pedí a Dios tener la misma fe de Abraham, la misma convicción del rey David. Entonces entendí que para que eso sea posible, tengo que ser moldeada, aunque tenga que enfrentar tantas adversidades, calumnias y persecuciones. Esas son oportunidades de crecer espiritualmente y ver la grandeza de Dios en mi vida. Las palabras del libro me ayudaron mucho. Era el Espíritu Santo confirmando que estaba conmigo, aun en las tribulaciones, todos los días de mi vida.

En fin, llegué al capítulo “En busca de un nuevo milagro”, y en seguida me identifiqué completamente. Cuando llegué a la iglesia ya fui determinada: “Yo quiero cambiar”. Todavía estaba totalmente perturbada, me vestía de forma vulgar, tenía costumbres equivocadas, un equipaje lleno de pecados, sin embargo, lo más importante ya lo tenía – determinación. Estaba determinada, y nada iba a detenerme. Me moría de miedo en las reuniones de liberación, pero eran necesarias, entonces pasé por encima de mis miedos, de mi vergüenza, pues necesitaba cambiar.

Me lancé completamente en la vida con Dios, en la lectura de la Biblia, en la obediencia a Su Palabra. Comencé a negar la voluntad de mi carne para agradar a Dios, no dejé ni un cabello afuera y, en seis meses, ya estaba teniendo mi encuentro con Dios y mi bautismo con el Espíritu Santo. Nunca lo olvido, fue en una vigilia, yo buscaba con todas mis fuerzas cuando, finalmente, Su paz tomó todo mi ser, mi lengua comenzó a hablar en la lengua de los ángeles y, en ese mismo momento, pude ver la grandeza de Dios, pude tener una noción del tamaño de Su amor por mí.

Tuve una voluntad enorme de ganar almas. Quería que ellas tuviesen la oportunidad de vivir lo que yo estaba viviendo, de probar del amor de Dios, de que supieran que para ellas también había salida. No me parecía justo disfrutar de un amor tan grande mientras que las personas estaban allá afuera gimiendo. En su libro vi esa indignación, usted quería hacer más, porque no aceptaba ser uno más en la multitud. Fue cuando comencé a participar en las clases de candidatos. Quería poder hacer más, atender a las personas, ayudarlas, eso sí me hacía bien.

Cuando ejerzo mi profesión, las personas siempre dicen que lo hago con mucho amor, pero, en realidad, lo que amo realmente es ayudar a las personas. No hay nada más gratificante que ver un alma siendo ganada, acompañarla desde su liberación hasta su bautismo, ¡no hay nada más espléndido! Es en ese momento que el Espíritu Santo revela el por qué de habernos escogido. Me casé con un hombre de Dios, un regalo de Dios para mi vida. Por ya haber hecho la Obra, me ayudó mucho, me enseñó muchas cosas que hoy sé. Y también dejó que otras tantas el tiempo se encargase de mostrarme.

Obispo, ese deseo arde dentro de mí y, así como usted, también estoy buscando cada día más intimidad con Dios. Quiero servirlo en el Altar, pero que no sea mi voluntad, sino Su voluntad en mi vida. Estoy escribiendo este email porque no tuve cómo contener mis palabras en medio de una lectura tan fuerte como esa (del libro “Nada que Perder”)

¡Que Dios continúe iluminándolo, ya que sin saber de mi existencia me ayuda de una forma en la cual ni las personas más cercanas pudieron ayudarme!

En la fe,
Fernanda Mello.