Es muy difícil, obispo
“Es muy difícil, obispo.
Yo quiero seguir a Jesús, quiero hacer las cosas bien, quiero volver al primer amor, pero…”
De pronto, aparece una lista enorme de razones por las cuales no logra volver.
Hasta me hace pensar en el capítulo del Rey David, pasado el último jueves.
Cuando fue a visitar al profeta Samuel, David le comentó las crueles persecuciones del rey Saúl, al punto de haber llegado a matar a los profetas que le daban apoyo.
En ese ínterin, Samuel lo consoló diciendo: El Señor no me dijo que tu jornada sería fácil. Dijo solamente que estaría contigo.
Ese es un hecho que los cristianos jamás pueden olvidar.
El Señor Jesús nunca prometió facilitar el camino de Sus seguidores. Si lo de Él fue arduo y difícil, ¿cómo lo nuestro sería diferente?
Lea atentamente y medite en estas palabras:
“A cualquiera, pues, que Me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que Me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos.
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.
El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará.” Mateo 10:32-39
Quien espera que sea fácil conquistar la salvación de su alma, es mejor que tire la Biblia y se olvide de Jesús.
El Reino de los Cielos no es “sacarle un dulce a un niño”.
A los cobardes, flojos, indefinidos, indolentes, prejuiciosos, además de los incrédulos, abominables, asesinos, impuros, hechiceros, idolatras y a todos los mentirosos, la parte que les toca será en el Lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Apocalipsis 21:8
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