Ella siempre huía
¡Buen día, señora Vivi!
Oyendo la reunión del obispo Macedo, cuando habló sobre la persona que no quiere renunciar al pecado, recordé a una joven de la iglesia de aquí, en Letonia. Siempre intentaba acercarme a ella, que antes estaba firme en la iglesia, pero veía que ella estaba distanciándose. Intentaba de todas formas acercarme, por teléfono, por SMS… Pero ella siempre huía. Había veces en las que, antes de que terminara la reunión, yo me ponía en la puerta para que ella no huyera, solo así lograba abordarla, y ella súper cerrada.
El domingo me buscó. Yo estaba atendiendo a otras personas, pero aun así me esperó hasta el fin. Vino a pedirme disculpas, pues estaba mintiéndome. Me decía que estaba viviendo con sus padres y, después, que estaba viviendo sola; pero, en realidad, estaba viviendo con otra muchacha y relacionándose con ella. Me dijo que tenía miedo de venir a hablar conmigo, pues sabía que yo le iba a decir que lo que estaba haciendo estaba mal, y no quería renunciar a ese pecado.
Esa joven me contó que había decidido no cometer más los errores que estaba cometiendo, y que no fue basado en lo que estaba sintiendo, pues vio que todo ese sentimiento la había llevado a pecar.
Esta semana ya vi una diferencia. Ella me llama, no necesito estar sobre ella, querer estar cerca – algo totalmente contrario a lo que estaba viendo.
Ella fue para mí un claro ejemplo de que cuando la persona está viviendo en el mundo, en el pecado, huye. Todo porque no quiere renunciar, sabe que está equivocada, pero quiere sentir, tener el «placer» que este pecado le proporciona en el momento.
Giuliana Schapowal
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