El buscó entre todos los brujos del país, al que tuviese más poder y habiéndolo encontrado le preguntó: «¿Qué tengo que hacer para ser el hombre más rico de este país?»

La respuesta fue rápida y objetiva: «Dame el alma de la persona a quien más amas en el mundo y yo haré tu voluntad».

Entonces él llamó a su hermano y le explico acerca de su voto. El hermano no se lo pensó dos veces e inmediatamente aceptó ser esa ofrenda.

Hoy él es el presidente del país, tiene participación en todos los negocios de ese país. Pero a cambio su hermano se convirtió en un mendigo. Sin casa, sin familia, sin ropa y sin salud… Él fue a la Iglesia y el obispo buscó ayudarlo de alguna manera pero este rechazó la ayuda…

Como ofrenda viva hacia el infierno, no pudo ser ayudado por nadie. Si muere, inmediatamente otro deberá asumir su posición.

La cultura de esta actitud es difundida y aceptada como una tradición del pueblo africano.

¿Sorprendido con esa historia? ¡Yo también!

Este asunto se ilustra bien en la palabra del Señor Jesucristo cuando dice: «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi, la hallara. Porque ¿qué aprovechará al hombre ganar todo el mundo, y en cambio, perder su alma? ¿O que recompensa dará el hombre por su alma? ( San Mateo 16:25-26)