El Vino y el Agua

En los Alpes Italianos existía un pequeño pueblito que se dedicaba al cultivo de uvas para la producción de vino. Una vez al año, se realizaba una gran fiesta para conmemorar el éxito de la cosecha.
La tradición exigía que en esa fiesta cada morador del pueblito trajera una botella de su mejor vino para colocar dentro de un gran barril, que quedaba en la plaza central. Uno de los moradores pensó: “¿Por qué debo llevar una botella de mi más puro vino? Llevaré agua, pues en medio de tanto vino, el mío no hará falta.” Así lo pensó y así lo hizo.
Según la costumbre, en determinado momento, todos se reunían en la plaza, cada uno con su vasito, para probar aquel vino, cuya fama se extendía más allá de las fronteras del país.
Sin embargo, al abrir la canilla, un absoluto silencio tomó cuenta de la multitud. Del barril salió… ¡Agua! “La ausencia de mi parte no hará falta.” Fue el pensamiento de cada uno de los productores.
Muchas veces, somos conducidos a pensar: “¡Tantas personas existen en este mundo! Si yo no hiciera mi parte, eso no tendrá importancia.” ¿Será?
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