El suicidio II

Muchos, no soportando más la tristeza, la depresión y el vacío de sus almas, terminan llegando al extremo de lo radical…
“Su vida no tiene valor”. “Nadie se preocupa por usted”. “Mátese, y todo su sufrimiento va a terminar”. ¿Pensamientos como estos han dado vueltas en su mente, al punto de hacerlo pensar que nunca más vivirá días felices?
Muchos, no soportando más la tristeza, la depresión y el vacío de sus almas, terminan llegando al extremo de lo radical, a terminar con sus propias vidas. Otros, llevados por la desesperación, por terminar con una relación, o debido a una fuerte crisis financiera, piensan seriamente en matarse, como si esta opción fuese la única solución. La última puerta a ser abierta.
Mientras tanto, lo que esta persona no sabe es que, terminando con su vida, termina también con la única oportunidad que tendría de solucionar verdaderamente su problema. Porque, es solamente cuando se está vivo, que la persona tiene la chance de ser ayudada y tener su vida transformada.
Eliminar algo que tiene fin y con fecha de vencimiento, como es el caso de nuestro cuerpo, no es peor que tener algo eterno, como nuestra alma, siendo llevada al peor de todos los sufrimientos: una eternidad sin paz, literalmente.
Si el suicida usara el raciocinio, jamás pensaría en matarse. Esto, porque su poder de matar se limita apenas a su cuerpo y no a su alma.
Si una persona se arrancase la lengua, no hablaría más, pero continuaría viviendo; si le vaciasen los ojos, aún así estaría vivo; si le arrancaran los brazos y las piernas, aún así su vida continuaría, porque su alma ocuparía el faltante.
Esto es, el ser humano tiene poder sobre el cuerpo físico, pero no sobre el espiritual. El puede hacer lo que quiera con su cuerpo, pero con su alma no puede hacer nada. Ni siquiera tocarla. Es en eso que las personas, que piensan en matarse, deberían reflexionar. Si ellas terminaran con su vida, o sea con su cuerpo físico, ¿a dónde iría su alma, ya que es inmortal?
¿Será que los problemas del suicida afectan solamente su cuerpo? Y el alma de esta persona que quiere matarse, ¿a dónde va a parar? Con toda sinceridad, no creo que vaya hacia un lugar de remisión, descanso, o de preparación para otra supuesta vida.
¿Entonces, por qué terminar con el cuerpo? ¿Será que, terminando con la materia, el alma tendrá paz?
Tengo una sugerencia: si piensa en el suicidio; si estas palabras son el retrato de lo que usted está viviendo en este momento, entonces, experimente hacer un pacto con Dios. Sea sincero para con Aquel que es el creador de toda la vida. Dígale que, si en verdad existe y es real, entonces, ¡que cambie su historia de una vez para la vida o para la muerte!
Si hubiere sinceridad en ese pacto su vida nunca más será la misma. Crea en eso, y usted, sin sombras de duda, ¡encontrara la paz que tanto anhela!
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