El Inversor y el Aventurero
El inversor no tiene miedo de plantar porque está seguro de cosechar.
No considera riesgos, puesto que cree en el pensamiento de que “quien solo observa al viento nunca sembrará, y el que mira hacia las nubes nunca cosechará” Eclesiastés 11:4
Esta es la fe del inversor.
Su fe, su espíritu.
Al contrario del inversor, está el aventurero que, como jugador, arriesga a la suerte. Él confía en el poder de la suerte, pero desconfía que esta pueda fallar.
Los dos tienen una cosa en común.
No tienen miedo de lanzarse.
La diferencia es puramente una cuestión de seguridad.
El inversor no tiene problemas de inseguridad, porque su actitud está establecida en la solidez de la Palabra del Creador.
Como aventurero, el jugador cuenta con su intuición. Debido a la idea fija de riqueza su sueño viaja en las emociones fantasiosas. Intuye que su día llegó, intuye que nació para ser rico, intuye que, tarde o temprano, su suerte va a cambiar. Vive por lo que intuye. Sus sueños están afirmados en sus “intuiciones”, inspiradas en el corazón.
El inversor es diferente, piensa diferente, actúa diferente, tiene Otro Espíritu. Absorbe los pensamientos del Altísimo y los aplica con absoluta certeza. Certeza esta que nace del Trono del Altísimo.
Esto se llama fe sobrenatural o poder de Dios que fluye de su interior en forma de convicción.
Quien quiera descubrir si es inversor o jugador basta con que se evalúe a la hora de invertir en la Palabra de Dios. Si existe un minuto de miedo o desconfianza del resultado es porque no está apto para tomar posesión de las Promesas.
El inversor no presta atención a las circunstancias y no observa los vientos del mercado. Al contrario, dentro de sí, existe la certeza de que cuanto peores sean las circunstancias mejores serán las oportunidades.
En él existe la convicción de que, independientemente de las apariencias, la Palabra de Dios es el poder de Dios para quien cree.
Es como está escrito:
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” Romanos 1:16
Poder de Dios para la salvación no solamente del alma, sino de todas las situaciones difíciles.
El inversor sabe eso y se lanza con todo, porque le gustan los desafíos. Su carácter agresivo es obstinado a causa de la convicción personal.
Está convencido de que las grandezas de Dios no son para quien piensa pequeño.
Sabe que Dios no exige de Su socio condiciones físicas para grandes realizaciones. Sin embargo, exige que piense como Él. Es lo mínimo exigido por Él.
¿Es posible que dos personas sean socias si no están de acuerdo entre sí?
Dios es infinitamente Grande, sin embargo, busca personas que abracen Sus ideas y las pongan en práctica para manifestar Su gloria en este mundo.
No importa quién es usted, si reúne condiciones intelectuales o si es analfabeto, si es hombre o mujer, si merece o no atención de Dios, si es santo o profano.
Dios está dispuesto a aliarse con usted, siempre que usted olvide sus habilidades personales y dependa de Él.
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