El desafío de mejorar cada día
Soy pastor hace 8 años. Antes del Proyecto IntelliMen era una persona muy orgullosa, pensaba que por el hecho de ser pastor, estaba por encima de todo, que no necesitaba cambiar y que el IntelliMen era para los “muchachitos” que estaban entrando recién y no para mí. Incluso lo miraba como un movimiento más que no tenía futuro y que pronto terminaría.
Ese orgullo no me dejaba ver mis defectos que eran graves. Permanecía más o menos mil minutos por mes hablando por radio, estaba el día entero en el radio hablando de los otros, quejándome de los problemas, pasaba largo tiempo cuidando la vida de los demás y descuidaba la mía. Recuerdo que mi esposa me alertaba acerca del peligro que estaba corriendo, sin embargo, no le daba importancia y encima era grosero con ella.
Cuando no estaba hablando por radio estaba en internet, mirando películas y series que no sumaban nada a mi vida. Después de mirarlas, bajaba directamente para hacer la reunión y, después que terminaba, nuevamente miraba películas y series.
Sin mencionar que cometía una falta de respeto hacia el pueblo, comenzando las reuniones con atraso, me quedaba esperando que llegaran las personas y empezaba la reunión 5, 10 minutos atrasado.
Hasta el Proyecto IntelliMen, ya hacía tres años que no leía un libro del obispo Macedo, y leía la Biblia solo para buscar un propósito para hacer. Los miércoles en las reuniones de pastores oía al obispo que alertaba, que enseñaba, y nada cambiaba.
No hacía ninguna actividad física por pereza, mi salud era un desperdicio.
Culpaba a mi esposa por todo: si me olvidaba algo, si la tablet no estaba cargada, etc. Para mí ella era la culpable de todo y era motivo para pelear con ella. Y así bajaba a la reunión, peleado con ella.
Hoy me doy cuenta de que mi ministerio estaba en piloto automático, y estaba perdido.
Comencé a hacer los desafíos creyendo a medias, pero entendí que el cambio debía partir de mí. Les di un voto de confianza al Proyecto y a mí, y me di cuenta de que a medida que los desafíos iban surgiendo, todos eran como una espada entrando en mi médula, conforme iba realizando cada uno de ellos. Las cosas fueron cambiando, uno por uno los fui viviendo.
Hoy veo que mi tiempo y el de los demás es algo precioso y no lo desperdicio. Me he empeñado en mejorar cada día.
No hago los desafíos por hacerlos. Leo, medito y mientras que no absorbo el espíritu de un desafío no paso al otro. En el medio del camino mi compañero desistió, encontré otro compañero y continué firme con él. Sigo adelante, firme. Cambié como marido, como pastor y como hombre.
Me di cuenta de que cuando no mejoramos, empeoramos. Yo estaba languideciendo poco a poco, y si no hubiera aceptado este desafío, hoy estaría en la peor, y, tal vez, incluso mi salvación habría perdido, o estaría fuera de la Obra, en la calle de la amargura.
Pastor Wellington
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