thumb do blog Blog Obispo Macedo
thumb do blog Blog Obispo Macedo

El clamor de los muertos

Nuestras malas elecciones nos conducen a los malos resultados, por eso, cada uno debe aprender a pensar antes de decidir cualquier cosa, principalmente en lo que se refiere a la eternidad.

Debemos cuidar y resolver las necesidades de este mundo, pero debemos aprender a priorizar nuestra vida espiritual, y el secreto es: “Mas buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia…” Mateo 6:33, este debe ser el fundamento de nuestras vidas.

Aun teniendo problemas, pasando por dificultades, aunque sean dificilísimas, lo más importante es prestar atención a nuestra vida espiritual, y no a los problemas circunstanciales.
No tiene sentido estar perfecto exteriormente, si en el interior hay depresión, soledad, miedo y rencor. En este caso, no habrá nada ni nadie que pueda ayudarnos. De nada sirve que la persona supla el vacío interior con las cosas de este mundo, porque no va a producir lo que necesita.

Jesús nos habla de un hecho en especial, y que nos sirve como referente para el futuro de nuestra alma. El texto sagrado dice:
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.” Lucas 16:19-22

Cuando una persona muere, aunque en vida haya permanecido en la justicia, es decir, dentro del patrón de Dios, no por el hecho de tener una religión, sino por la obediencia a la Palabra de Dios – incluso porque no todos los que frecuentan la iglesia son obedientes a Ella – no importa la clase social o cualquier otra posición. Por haber andado en la justicia, al morir, inmediatamente los ángeles vienen para llevar su alma al Reino de la Justicia. Esto es una riqueza incalculable, vale más que todo el oro de este mundo, porque es una certeza que acompaña a la persona hasta la muerte.

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.” Lucas 16:19-23

Cuando la persona vive en el pecado, en el robo, en el odio, en el resentimiento, en fin, en todo lo que no sirve, al morir, no vendrán los ángeles para rescatar su alma, porque murió en la injusticia.
Dios rescata a los justos para un lugar especial, pero aquellos que no quisieron entregarse a Jesús serán llevados directamente a la sepultura. Sabemos que la persona, al morir sin Jesús, es llevada al infierno, que es el lugar de los injustos.

Quien quiera conservar el alma debe preservarse de la injusticia, porque no es el ambiente para quien quiere la salvación eterna. El alma de los que están en el infierno clama, porque ellos están atormentados.
Quien nació de Dios no teme a la muerte, al contrario, incluso se burla de la misma, porque esta ya no tiene más poder en su vida. Sin embargo, cuando falta esta seguridad, la persona vive y morirá atormentada. Cuanto más tiempo pasa, más miedo va teniendo de la muerte.

Dios permitió que desde el infierno el rico viera a Abraham, que era el ejemplo de fe, el amigo de Dios, para que quede marcada la diferencia entre quien vive en la justicia y quien no vive.

“Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.” Lucas 16:19-24

El tormento es algo infinitamente peor que el sufrimiento, porque el dolor físico se alivia con el remedio, pero nada es capaz de aliviar el tormento.
Él estaba en el infierno no porque era rico, y sí porque confió solo en la riqueza, como muchos confían solamente en la fuerza del propio brazo.
¿En qué ha confiado usted? ¿En la religión? ¿En los familiares? ¿En el patrimonio? ¿En las personas?

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.” Lucas 16:19-25

En el texto inclusive puede parecer que los ricos van al infierno y los pobres al cielo, pero no es así. Tanto el pobre como el rico pueden ir al infierno, y eso depende solamente de la propia persona, que decide vivir una vida de justicia o injusticia.

Cuando la persona muere, irá para donde guste. Si aquí en la vida vivió en la injusticia, entonces el infierno clama por su alma.

“Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.” Lucas 16:19-26

Después de muerta, ya no es posible que haya una transferencia del infierno al cielo.
Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.Lucas 16:27-31

De hecho, quien ya murió y fue para el infierno está clamando, desesperadamente, para que aquel que está vivo no vaya para allá. Son ellos los que están desesperados por evitar que los seres queridos sean también lanzados en el infierno y tengan que pasar por el tormento que ellos están pasando.

Trabajamos diariamente por su alma, pero no somos responsables por su vida allá afuera, no somos responsables por las decisiones que usted toma.

De nada sirven nuestras oraciones por aquellos que ya murieron, porque cada uno decide adónde irá aún durante esta vida. Esto es razón, ¡inteligencia!