«Mas el Ángel del Señor lo llamó desde el Cielo y dijo: ¡Abraham, Abraham! Y él respondió: Heme aquí.
Y el ángel dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora Sé que temes a Dios, ya que no Me has rehusado tu hijo, tu único». Génesis 22:11-12

Mucho tiempo después, Salomón dijo: no privé a mi corazón de ninguna alegría…

«Y me engrandecí y superé a todos los que me precedieron en Jerusalén; también la sabiduría permaneció conmigo. Y de todo cuanto mis ojos deseaban, nada les negué, ni privé a mi corazón de ningún placer, porque mi corazón gozaba de todo mi trabajo, y esta fue la recompensa de toda mi labor.
Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol». Eclesiastés 2:9-11