thumb do blog Blog Obispo Macedo
thumb do blog Blog Obispo Macedo

Dulce perseverancia

Milton S. Hershey nació el 13 de septiembre de 1857, en la zona rural de Pensilvania. Su padre era un soñador, pero no tenía perseverancia. Cuando el proyecto en el que estaba trabajando fallaba, se mudaba de ciudad y comenzaba otro negocio. Los constantes viajes perjudicaban los estudios del muchacho, que abandonó la escuela sin terminar los estudios primarios. No obstante, su madre lo influenció positivamente, enseñándole a su único hijo la importancia de ser diezmista fiel, obedecer a Dios y perseverar.

Después de trabajar como empleado, Milton decidió convertirse en empresario, invirtiendo en una fábrica de caramelos. El negocio falló, pero él lo intentó nuevamente. La empresa quebró una vez más. Sin dinero ni credibilidad, él no se abatió. Recordó lo que aprendió con su madre e insistió en su sueño. Esta vez, consiguió buenos contratos y prosperó. En una visita a la World’s Columbian Exposition de 1893, se encontró con una máquina alemana para hacer chocolates. Quedó fascinado. Decidió comprarla y hacer coberturas de chocolates en sus caramelos.

Con el éxito, Milton tuvo la idea de fabricar barras de chocolate a la leche. Pero había un pequeño problema: nadie sabía cómo hacerlo. En aquella época, era un producto de lujo, carísimo, hecho en Suiza, cuya fórmula era mantenida en secreto. Hershey no se acobardó, estaba determinado a desarrollar una fórmula para popularizar ese manjar. Fue visto como loco, pero su determinación hizo que el éxito fuese inevitable. Sin sus esfuerzos (hechos por el método de ensayo y error), usted y yo probablemente nunca hubiéramos probado esa maravilla.

Milton vendió su fábrica de caramelos y construyó la fábrica de chocolates Hershey’s en la ciudad en la que nació, rodeada de haciendas de leche. Cuando se casó, tuvo en su esposa Catherine (Kitty) una gran compañera de viajes, sueños y proyectos. No tuvieron hijos, pero Kitty tuvo la idea de hacer una escuela para huérfanos, y así, proporcionarles un futuro a aquellos que no tenían padres. Como él mismo no había concluido sus estudios, abrazó la idea con entusiasmo.

Al contrario de la mayoría de los empresarios de la época, Milton entendió que empleados con una buena calidad de vida producirían mejor. Construyó para ellos una ciudad completa: con banco, negocios, casas, escuelas, parque ¡y hasta zoológico! Con la muerte de Kitty, Hershey decidió donar su fortuna a los proyectos filantrópicos que hicieron juntos, y siguió poniendo en práctica de los sueños que tenían, de darles una oportunidad a los menos favorecidos.

Durante la crisis mundial llamada Gran Depresión, Hershey logró prosperar y no solamente evitó despidos, sino que también contrató a nuevos empleados y aumentó la autoestima de los que ya trabajaban para él. Pasó a ser conocido por colocar la calidad de los productos y bienestar de los empleados por delante de las ganancias y se convirtió en el mayor fabricante de chocolates del mundo. Hoy, la empresa es controlada por la Fundación Hershey y sustenta la escuela, que creció y ofrece educación gratuita, capacitación profesional, alojamiento, vestuario, medios de vida, salud y orientación a más de 1.100 niños y niñas. La Hershey Town continúa recibiendo a turistas y Milton es visto hasta hoy como un genio, ejemplo de perseverancia, honestidad y ética, con un profundo amor por la humanidad.

Una curiosidad: Durante uno de sus viajes por Europa, Hershey compró un pasaje para el viaje inaugural de un imponente navío hacia Estados Unidos. Sin embargo, en abril de 1912, en la época del embarque, Kitty se enfermó, y Milton canceló el pasaje. El navío era el Titanic, y Hershey se salvó de una de las mayores tragedias de principios del siglo XX. Visto como un hombre de suerte, Hershey sabía que lo que él tenía era la protección de Dios, a causa de su fidelidad.

Vanessa Lampert

[nggallery id=23 template=galleryview images=0]