thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Depresión

Desde pequeña, siempre tuve problemas espirituales.

Recuerdo que desde mis 4 años ya veía sombras caminando en mi casa, puertas abriéndose, banquetas moviéndose durante la noche, entre otras cosas sobrenaturales que muchas veces me asustaban a mí y a mis padres. Además de eso, tenía un problema que prácticamente me acompañó durante toda mi juventud, llevándome a buscar ayuda en centros espiritistas y en psicólogos, para intentar salir de la vida oprimida en la que vivía.

Yo tenía constantemente episodios de depresión.

Hubo veces en las que en un mes yo quedaba de 1 a 2 semanas sin comer, sin querer salir de casa, sin querer ir a la escuela; o sea, mi vida se convertía en un infierno, me sentía totalmente desanimada, triste y no lograba encontrar belleza en nada. Mi vida perdía totalmente el sentido.

Debido a esos constantes episodios, además de las cosas sobrenaturales que veía en mi casa, mis padres, desesperados intentando ayudarme, comenzaron a frecuentar la casa de un hombre que servía a los espíritus malignos, porque, definitivamente, no era normal que una niña de 4 años, con buena condición económica y una familia bien estructurada, pasara por esos problemas.

De esta forma, cada vez que entraba en depresión, mis padres corrían a su casa, donde él hacía diversos trabajos, siendo que lo único que conseguía mejorar mi depresión era un trabajo en el que me daba un baño de pochoclo. Frecuentamos esa casa durante más de 10 años, pero mi problema nunca fue resuelto. La depresión mejoraba cuando yo me bañaba con pochoclo, pero meses después volvía todo de nuevo.

De acuerdo con aquel espíritu, que se decía “de luz”, yo solo mejoraría cuando comenzase a trabajar recibiéndolos en mi vida, pero mis padres nunca lo aceptaron. Para evitar que eso sucediese conmigo, fueron hechos diversos trabajos en pastizales, cascadas, además de los millares de baños de pochoclo.

Cuando cumplí 15 años, la depresión vino con mayor intensidad, lo que hizo que mis padres me llevaran a una psicóloga, comenzando a creer que el problema no era solo espiritual. Me cambiaron de colegio y a pesar de haberme ayudado, aliviando la depresión, yo continuaba siendo una muchacha vacía, triste, llena de complejos de inferioridad y envidiosa.

Quien me veía debería, incluso, pensar que yo era muy feliz, pero solo Dios sabe lo que pasaba dentro de mí. Cuando llegó el año de hacer la prueba de ingreso a la universidad, yo, que era una muchacha inteligente, que estudiaba en un buen colegio, siempre estando entre las mejores alumnas, decidí pedirle ayuda a aquel hombre, que me hizo un trabajo enorme, con mucha comida y una cabeza de cera, diciendo que era para abrir mi mente.

A la semana siguiente de haber hecho el trabajo, yo, que estaba en uno de los mejores grupos del colegio, fui a uno de los peores. No lograba estudiar más y concentrarme. Mi vida se puso “patas para arriba” y mi madre, que tenía una buena salud, enloqueció dentro de casa, comenzó a tener síndrome de pánico y comenzó a tomar remedios muy fuertes para controlar sus episodios de locura. Mi casa se convirtió en un verdadero infierno.

Hasta que un día festivo, en el que toda la familia se reunió, un tío mío que era obrero de la Universal, viendo la situación de la familia, pidió conversar con nosotros, y al final de la conversación hizo una oración, y el mal que estaba escondido en mi familia fue revelado, cayendo así la venda que cubría nuestros ojos.

A partir de aquel día comenzamos a frecuentar la Universal de Barra de Tijuca y fuimos, poco a poco, liberándonos. La depresión que tenía desde mis 4 años de edad desapareció, mi madre fue liberada de los espíritus y, principalmente, Dios moldeó mi interior, arrancó toda la tristeza, los complejos y la envidia en relación a mis amigos. O sea, fui moldeando día a día mi corazón, ¡hasta el día en el que tuve un encuentro verdadero con el Señor Jesús, transformando así mi vida por completo!

Hoy puedo decir que soy la muchacha más feliz de este mundo, porque no es una alegría que es de aquí; no hay cómo explicarla. Es algo que solo el Espíritu Santo nos puede revelar.

¡Eso sí es algo sobrenatural!

Amiga