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De ateo a hijo de Dios

Rafael Silvestre José, de 23 años, era ateo desde los 17. Su postura se definió debido a varias cuestiones que surgieron en su mente, entre las cuales, las principales fueron: ¿por qué Dios permitía que tanto mal suceda en el mundo?¿Por qué un Dios era más válido que otro?

“La acciones del catolicismo me causaban mucha confusión: malos testimonios de personas que se llamaban cristianas, pero sus vidas no mostraban eso; su comportamiento no mostraba las enseñanzas bíblicas que yo conocía, porque, como ateo, no creía en la Biblia, pero la leía para encontrar justificación en mi falta de creencia.
Mis amigos pensaban como yo, de hecho, muchos ya tenían sus dudas y se convirtieron en ateos una vez que yo, con mis fundamentos, los influenciaba al ateísmo.

Mi idea en relación a la Iglesia Universal del Reino de Dios estaba totalmente basada en los noticieros. Nunca me dediqué a investigar mejor lo que escuchaba. Admito que fue uno de los mayores errores que cometí. Una de las mayores ideas que me venían a la cabeza en cuanto a la Iglesia era de los supuestos “escándalos” que hacía mucho aparecieron en la TV, en relación al dinero, diezmos y ofrendas, lo que las personas daban y el uso que le daban a ese dinero.

Hace 2 meses y medio llegué a la Iglesia Universal del Reino de Dios a través de la invitación de una persona muy querida. Yo sólo creía en aquello que veía, pero luego supe que esta persona estaba poseída por espíritus malignos cuando presencié su manifestación. Esta fue la razón que hizo que comenzara a cuestionar mi postura ateísta.¿Será que aquello en lo que yo creo, en el plano material, es la única cosa que existe?

Decidí participar en la Iglesia para apoyarla en el proceso de liberación. Durante las reuniones, vi a esta persona, siendo poseída nuevamente, sin embargo, a través de las oraciones de autoridad que el Obispo realizó en aquel momento, fue liberada y se sintió bien. Yo mismo llegué a sentirme mal. Sentí malestares, temblores, una presión sobre mi cuerpo como si algo me empujase hacia abajo. Ver toda aquella autoridad del obispo sobre esas fuerzas malignas, puso en curso todo lo que yo creía. Quise saber de dónde venía ese poder. Las dudas abundaban en mi mente. Conversé con uno de los miembros de la Iglesia y este me orientó que, entonces, hiciera una prueba con Dios a través del diezmo. Diezmé, pedí una prueba a Dios y tuve la respuesta, fue impresionante. A partir de entonces, pasé a buscar la ayuda de Dios, del obispo y del pastor. Pasé a leer la Biblia para aclarar mis dudas y por primera vez, comencé a encontrar respuestas.

En todas las reuniones de los Hijos de Dios, me llamó la atención que era necesario enterrar toda una vida pecaminosa y nacer a una nueva vida. Ahora sé que soy un ser humano y pecador, pero sólo en Jesús encontré arrepentimiento y perdón. Decidí entregar mi vida en las manos de Dios y acepté a Jesucristo como Señor de mi vida. Me bauticé en la aguas y en Él encontré fuerzas para luchar contra mí mismo.

Hoy, participé por primera vez de la Santa Cena y fue muy especial. Puede participar del cuerpo y de la sangre de Cristo. Para mi, esto es experimentar tener fe. No fue palpable, no fue material. Creo que a través de estos elementos (pan y vino) estoy en Comunión con el Cuerpo de Cristo.

Todo quedó transparente en mi mente. Entendí el valor del verdadero sacrificio, que no es el sacrificio en sí, hay mucho más por detrás que realmente agrada a Dios, y es eso que muestra nuestra fe, despegarnos de aquello que nos sujeta al materialismo y confiar solamente en Dios. Esta es la formula del milagro: entregarse y confiar plenamente en Dios, sin dudar.

Hay sed dentro mío, de que el Espíritu Santo me llene por completo. Estoy luchando diariamente para alcanzarlo y lo voy a conseguir. ¡Hoy yo creo!