Con el fin del cautiverio babilónico muchos judíos regresaron a Jerusalén y, por iniciativa de Zorobabel, Nehemías y Esdras, decidieron reconstruir el gran santuario

El Segundo Templo fue reerguido en el mismo lugar en que antes había sido construido el Templo de Salomón. Después del fin del cautiverio babilónico, muchos judíos regresaron a Jerusalén y, por iniciativa de Zorobabel, Nehemías y Esdras, decidieron reconstruir el gran santuario, que se mantuvo de pie entre el 515 a.C. y el 70 d.C., sirviendo de centro de culto y adoración del Judaísmo.

Según el arqueólogo Rodrigo Silva – Encargado del Museo de Arqueología Bíblica Paulo Bork – la autorización para la reconstrucción del Segundo Templo provino de un decreto de Ciro II de Persia, que en el año 539 a.C. había conquistado Babilonia.

Después de la caída del poder babilónico y la ascensión del reino persa, algunas comunidades judaicas fueron autorizadas a regresar a su tierra natal, aunque la gran mayoría prefirió quedarse en Babilonia, lugar en el que se habían establecido en sociedad. Buena parte de los recursos para la obra de reconstrucción del Segundo Templo vino de esos judíos.

Fue después del regreso de Babilonia que el formato de la religión judaica que pasó a existir. Los cultos se centraban en las sinagogas, existentes hasta hoy, un hábito adquirido durante el cautiverio, debido a la ausencia del Templo de Salomón, que había sido destruido por el rey Nabucodonosor. Esos lugares funcionaban como un punto de encuentro de los judíos para las oraciones y la lectura de las Escrituras. Solamente después de ser reconstruido el Segundo Templo es que los judíos volvieron a sacrificar para el Dios Altísimo.

La estructura interna del gran santuario no fue alterada, pero según Silva, en comparación con el primero, era mucho menos suntuoso. “Muchos judíos lloraron cuando lo vieron construido, por encontrarlo más simple que el anterior”, afirma.

De acuerdo con el arqueólogo, en la época de la reconstrucción el número de imágenes esculpidas y objetos paganos se multiplico exponencialmente en Israel. Lo que puede comprobarse por la inmensa cantidad de estos artefactos encontrados en excavaciones arqueológicas.

Reforma y ampliación del templo

En el año 35 a.C., eran los romanos quienes dominaban el mundo, ya no más los persas ni los griegos. Después de algunas embestidas, el imperio de Roma logró conquistar Jerusalén. En situaciones de este tipo, los romanos acostumbraban permitir que la misma nación derrotada escogiera un rey de entre los suyos para que pudiera gobernar.

En el caso de Jerusalén, le cupo a la familia de Herodes asumir el reinado entre los Judíos. Pero, ellos no eran bien vistos por la mayoría del pueblo, por ser considerados medio judíos. En aquella época, el verdadero judío era aquel hijo de madre judía. La madre de Herodes era una princesa idumea

Herodes, el Grande, era un gran constructor y quiso destruir y reconstruir el Templo de forma más suntuosa, magnífica al extremo. Los sacerdotes, mientras tanto, temieron, creyendo que él podría destruir el templo y no reconstruirlo nuevamente. Por eso, autorizaron apenas que él lo ampliase.

“Esa intervención de Herodes no fue algo, de ningún modo, inspirado por Dios. Fue ese Templo, ampliado, que el Señor Jesús conoció, y que en el año 70 d.C., después de varias embestidas de las milicias romanas, dirigidas por Tito, fue nuevamente destruido”, cuenta el arqueólogo. A pesar de sus múltiples realizaciones, Herodes no pudo merecer la confianza y el apoyo de sus súbditos judíos.

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