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Carta de agradecimiento

¡Buen día, obispo!

En este momento, con el rostro lavado en lágrimas, termino la lectura del libro “Nada que perder”. Mi nombre es Janiere Nunes Mendes de Freitas y tengo 37 años. Llegué a la Iglesia Universal del Reino de Dios el día 13 de julio de 1989, con solo 14 años. Flaquita, asmática, tímida, con un padre alcohólico, una familia destruida, sintiéndome el patito feo y la más despreciable de todas las criaturas, una basura…

Al comenzar a leer su libro fue imposible parar. Cuanto más leía, más quería leer, como si yo estuviese saboreando el más delicioso plato. Durante el fin de semana, leí todo el libro. Cuando secaba las lágrimas de mi rostro, creyendo que no lloraría más, llegaba un fragmento que me llamaba la atención a causa de mi trayectoria en la iglesia, y una vez más las lágrimas rodaban calientes por mi rostro.

Algunos fragmentos del libro como su prisión en 1992, el bautismo con el Espíritu Santo y el deseo desenfrenado de ganar almas, la enfermedad de su hija, aquel momento en el que Coutinho dijo: “Muchacho, a mí me parece que tú no tienes el llamado para hacer la obra de Dios”, la credibilidad que la señora Geninha, su querida madre, tuvo para ser su garante, la inauguración de la Iglesia en la antigua funeraria (el inicio de todo) y la oración que usted hizo al final del libro, fueron relatos sorprendentes.
Pues, a cada palabra que leía, se mezclaban en mi mente sus experiencias con las mías y las de mi familia cuando recién llegamos a la iglesia. Claro que todo lo que usted pasó, vivió, sufrió y conquistó ni siquiera se compara con lo nuestro, pero fue imposible no volver a recordar todo lo que vivimos.
Voy a intentar resumir lo máximo posible. En realidad, el objetivo de esta carta es agradecer…
¡Gracias, obispo!

Mi papá era alcohólico. Normalmente, el día que cobraba, mi mamá, mis dos hermanas, mi hermano y yo lo esperábamos en casa. Esperábamos que papá llegara con las compras, pues el hambre ya se hacía sentir, pero llegaba sin nada. Completamente embriagado, sin zapatos ni ropa, ya que cambiaba todo por el último trago del día. A veces, con la nariz quebrada, pues se caía en la calle. Llegando a casa, orinaba, vomitaba, rompía las cosas, subía al poste para desconectar la energía y dejarnos en total oscuridad, a fin de aterrorizarnos toda la noche… ¡Un infierno!

El deseo de mi mamá era lanzarle alcohol mientras dormía, encender un fósforo y terminar con el sufrimiento que perduraba por años. Fue entonces, en una de esas noches, sin conseguir dormir, que mi mamá encendió la televisión y un pastor de la Iglesia Universal, que ni siquiera conocíamos, estaba haciendo una invitación: “Usted que no consigue dormir porque su esposo llegó borracho a casa, rompiendo todo, sepa que existe una solución: el Señor Jesús”.
Entonces, mi mamá pensó: “Parece que le contaron mi vida a ese pastor”. Anotó la dirección de la Iglesia y aquel día no durmió más. Contó los minutos para que amaneciera y pudiera salir a buscar la Iglesia. Ya pasaron 24 años desde aquel día 10 de julio de 1989.

Gracias al Espíritu Santo y a todo lo que usted vivió, todas las luchas, las experiencias, la determinación, el coraje y la osadía que usted cuenta en este maravilloso libro, y continuará contando en las otras ediciones, nuestra familia conoció al Verdadero Dios. Fuimos libres y estamos en la fe, matando a un león por día para conquistar el mayor de todos los tesoros: La salvación de nuestras almas.

Muchas gracias, obispo.
Claro, en primer lugar, Le agradezco a Dios, pues sin Él ni siquiera existiríamos, pero si no fuera por usted y por la Iglesia Universal, una familia más estaría destruida en las garras del diablo.

Mis padres, Antônia Nunes Bezerra Mendes y José de Jesus Sousa Mendes, son antiguos obreros de la casa. Ellos ya están como obreros hace 22 años, pasaron por muchas luchas, y permanecen firmes. Ellos son mis grandes ejemplos de vida. Si un día yo no hubiera salido de la obra, también tendría 22 años de obrera. Salí y, por la infinita misericordia de Dios, volví.

Soy obrera hace cinco años. Durante estos 24 años en la Iglesia y en la presencia de Dios, fueron tantas las luchas, tantas las lágrimas…
Yo amo la obra de la Iglesia Universal, visto la camiseta de la Iglesia. ¡Pues, durante todos estos años, Dios nos ha revelado que realmente es una Iglesia levantada por el Espíritu Santo!

¡Un abrazo!
Janiere Freitas, Águas Bonitas-GO

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