¡Bellísimo!
Señora Cris, yo fui la mujer de la tierra fértil.
Sufrí dos abusos, uno en la infancia y otro mucho más aterrorizante, en la adolescencia, a los 17 años.
Intenté tanto convertirme… En un determinado momento, incluso sentía un cambio, una mejoría, pero ni bien salía a la calle pensaba que todos conocían mi historia, y me entristecía.
Desde el momento en que supe que habría una reunión de “Raíces”, me apegué con todas mis fuerzas, porque sabía que ESA era la oportunidad, MI oportunidad.
De sábado para domingo dormí poco debido a tanta ansiedad. Me desperté con una sonrisa enorme, ¡no podía creer que finalmente había llegado el día! Al llegar a la reunión, mi corazón gritaba de alegría, y al oír la historia de Rahab lloré, porque parecía que esa era mi vida.
Nací en la Iglesia y estaba segura de que conocía a Dios, pero el domingo… ¡Me di cuenta de que no Lo conocía!
En el momento en que usted pidió que fuésemos delante del altar, sentí vergüenza de lo que se iba a hablar y, principalmente, de lo que mi madre diría, pues ella no sabía lo del abuso.
¡Al llegar al frente del altar no pude contener las lágrimas! Encontré allí mi lugar, tuve REALMENTE mi encuentro con Dios. Una felicidad, una paz, un fardo que salió de encima de mis hombros, una liberación total y verdadera. Dios se manifestó de una manera tan grande que casi lograba verlo con mis ojos físicos.
¿Se imagina lo que es sufrir durante dos años, día a día, recordando el abuso, sintiendo asco, vergüenza, sin tener autoestima, luchando para liberarse y sintiéndose peor que una basura? Yo lo sé…Pero el domingo el amor de Dios me salvó, me transformó.
Solo de estar escribiéndole esto ya lloro.
Gracias por la oportunidad. ¡A través de usted, Dios cambió mi vida! ¿Cómo agradecer eso? ¿Cómo explicar mi gratitud?
Señora Cris, ¡usted es una mujer de Dios en la cual me inspiro, y estoy muy, pero muy agradecida realmente! Al llegar a casa le conté a mi madre todo lo que sucedió, conversamos, y allá se fue un peso más. Siento que rejuvenecí muchos años desde el domingo. ¡Mi sonrisa nunca fue tan feliz! Hoy por la mañana al levantarme, ya lo hice sonriendo, porque, honestamente, ¡no podría haber tenido mejor bendición que el encuentro con Dios!
¡Espero poder abrazarla muy fuerte algún día, para expresarle un poquito de mi cariño por usted!
¡Que Dios la bendiga!
Amiga
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