Amor Verdadero
Estimado Obispo Macedo,
Mi nombre es Alessandra Mendes, soy obrera de la Catedral de la Fe de Goiânia, y soy de la IURD desde 1998. Entré en la iglesia con mucho sufrimiento y dolor en todas las áreas de mi vida, pero lo que más me dolía era una vida sentimental destruida.
En el 2001, me casé con un gran hombre de Dios que me hizo muy feliz durante ocho años. Tuve una niña, que hoy tiene 5 años. El miércoles, 12 de agosto, mi marido comenzó con una “gripe boba”, con una tosecilla y dolor en la garganta. Le di un antiinflamatorio para la garganta y un jarabe para la gripe. Cuando llegó el fin de semana, empeoró, con dolores en el cuerpo.
El domingo, le llevé de urgencias y el médico de guardia dijo que tenía una pequeña bronquitis. Le recetó un antibiótico, un jarabe y una dipirona (analgésico), sin hacerle ni siquiera ningún tipo de examen, y le mandó para casa.
El martes, volvimos de urgencias, pues los dolores y la tos aumentaron, acompañados de dolor en el pecho. El médico de guardia solicitó una radiografía de tórax y un examen de sangre, constatando neumonía bilateral y sospecha de gripe A. Incluso así, dijo que le mandaría a casa con los mismos medicamentos. Cuando mi marido le informó que había vomitado, el médico dijo que le internaría para que no se deshidratase, pues no conseguía comer ni beber nada.
Mi marido se quedó desde el martes hasta el jueves en ese hospital, sintiendo las mismas cosas y además escupiendo sangre, sin embargo, ese mismo médico le dio de alta y le mandó a “sanar en casa”. Esas fueron sus palabras.
Mi marido pasó el día sin respirar bien. Se quedó dos noches sin conseguir dormir. Aun así, el médico le dio de alta. En casa, se quedó fatal, pues estaba muy débil, no conseguía comer, beber, ni dormir. No paraba de toser y, lo peor de todo, no respiraba bien.
Al comenzar la noche, fuimos de urgencias para que le ayudasen con un nebulizador, creyendo que no era grave. Cuando llegamos, percibí que el médico que estaba de guardia (que no era el mismo) se quedó desesperado. Vio que mi marido se estaba muriendo y dijo que allí no había cama ni UVI para que pudiese ser entubado para poder respirar, pues su sistema ya estaba casi en asepsia. Claro que él no me dijo eso, pero yo ya lo sabía.
Nos quedamos desde las 21h hasta las 2 de la mañana procurando una UVI en toda Goiânia sin conseguirlo. El médico hablaba bajito por teléfono, afirmando que era gripe porcina, y del otro lado sólo había recusaciones. Cuando vi que él no resolvía nada, Dios me iluminó y me guió hasta un teléfono para que llamase a nuestro plan de salud (Life Empresarial Saúde). En esa ocasión, el funcionario de Life, Luciano, se dispuso a ayudarnos. En ese mismo momento, llamó al hospital donde estábamos y llamó la atención del funcionario por no haber llamado a Life para conseguir una UVI para mi marido. Supo por el funcionario del hospital que sólo había un lugar en Goiânia que tenía UVI, pero no estaba cubierto por Life.
El funcionario Luciano, sin importarle nada de eso y dando prioridad a la vida de mi marido, llamó inmediatamente a esa UVI y dijo que Life se responsabilizaría por todo y que atendiesen a mi marido.
Llamamos a una ambulancia y fuimos allí. Gracias a Dios por haberme orientado para llamar a Life, llegamos allá alrededor de las 2 de la mañana. Cuando eran las 4h45, el médico vino a hablar conmigo, diciendo que la sospecha de gripe H1N1 era muy grande y que había pasado el tiempo de recibir la medicación adecuada para eso. Y que él estaba con asepsia y con una “neumonía muy importante”. Y que el riesgo de muerte era muy grande.
Yo, con toda mi fe, le dije que para Dios nada es imposible y que iba a mejorar y salir de allí. Me fui a casa, donde estaba mi suegra (coincidió que estaba pasando unos días con nosotros), cuidando de mi hija. Le dije a mi suegra que él estaba en la UVI en coma inducido, para que consiguiese respirar mejor.
Por la mañana, volvimos al hospital para resolver cuestiones burocráticas y saber más sobre mi marido. El médico, responsable por la UVI, habló de la gravedad del problema y me cuestionó sobre el plan de salud, que él nunca había oído hablar. ¿Qué plan es éste?, dijo con la tarjeta en la mano como si fuese un plan cualquiera, como si acabase de ser inventado.
Le dije que mi marido era funcionario de la Iglesia Universal y que el plan de salud era de la iglesia, solamente para funcionarios y pastores. El médico dijo que el plan no cubría ese hospital y que todo sería cobrado de forma particular. Respondí que había varios lugares que sí lo estaban. Él me preguntó cuáles y yo le hablé de los que sabía, y sugerí que entrase en la web. Él entró delante de mí y, después de ver la página en la red, ya comenzó a darme más credibilidad. En ese momento, las personas del plan llamaron al hospital para obtener información y resolver lo que fuese preciso, incluso antes de que yo lo pidiese.
Llamé a la funcionaria Dilza, de RH de Goiânia, que inmediatamente entró en contacto con doña Ester, responsable de Life, en Goiânia. Ella llamó inmediatamente disponiéndose a resolver todas las cuestiones burocráticas por mí. En ese momento, el médico se sorprendió al ver cómo a un plan de salud le puede importar un paciente. Cambió su comportamiento hacia mí, diciendo que le gustaría inscribirse al plan, me invitó a entrar y conocer la UVI, además de mostrarme donde se quedaría mi marido.
Enseguida, dijo que mi marido necesitaría tomar un medicamento que podría mejorar su cuadro (médico), sin embargo, era muy caro. Cada caja costaba más de 7 mil reales y, por el tamaño y peso de él, serían necesarias aproximadamente 15 cajas.
Cuando informé de eso al plan, ellos ni siquiera lo cuestionaron. Sólo le pidieron al médico que les facilitara un informe, explicando todos los procedimientos realizados y todo sobre ese medicamento. Parece que el médico no creía lo que estaba oyendo. Y como era una emergencia, ese valor fue autorizado el mismo día, para sorpresa de todos. Menos para mí, pues debido a todo lo que el plan había hecho hasta ese momento, yo tenía la certeza de que Dios estaba delante de todo y que haría un milagro.
Obispo, sé que estoy siendo muy detallista, pero hago cuestión de explicar para que usted sepa de todo. En fin, después de eso, él tomó la medicación y mejoró aparentemente. Enseguida, me llamaron del laboratorio, el cual tampoco estaba cubierto para recibir más cobros. Automáticamente pasé el caso para doña Ester que una vez más se dispuso a ayudar.
Entre una situación y otra, los pastores de la iglesia, siempre interesándose, fueron hasta el hospital a visitarle y a orar por él. La funcionaria Dilza, de RH, me llamó para decir que Life había pedido que me dijeran que Márcio era una prioridad para ellos y que harían lo que fuera preciso para que él recibiese lo que necesitase para mejorar.
Además de trabajar en la iglesia, él era funcionario del Obispo Miguel Ângelo, en la Asamblea Legislativa, y también hizo todo lo que pudo para ayudarnos. Pidió que todos los funcionarios orasen y ayunasen por mi marido. También supe que le pidió a la abogada Tomázia, que llamase a la iglesia y dijese que el plan autorizase el medicamento e hiciese lo que fuese necesario por mi marido.
Pidió a las funcionarias que me llamasen y dieran apoyo y oraran por nosotros. Él recibió todo lo que necesitaba para mejorar, sin embargo, Dios le quiso en el cielo y, a las 3h55 de la mañana, del día 25 de agosto, él fue para Jesús. Sé que él fue salvo, pues amaba a Dios por encima de todas las cosas, y amaba a la IURD también de todo corazón. Amaba mucho esta obra, pero “Dios llama a los buenos”, fue lo que oí de una gran amiga.
Yo sé que la fuerza que recibo todos los días viene directamente del Trono de Dios, pues caso contrario no lo soportaría. En ningún momento, cuestioné a Dios por eso, pues sé que todo lo que Él hace es bueno. Que todas las cosas cooperan para el bien de aquéllos que aman a Dios. Y que Su voluntad es buena, agradable y perfecta. El resto no importa. No oigo ninguna palabra contraria a eso. No acepto sugerencias contrarias a la voluntad de Dios, ni procedentes del diablo, ni procedentes del hombre.
Agradezco a Dios por conocerlo, por haberme llevado a la IURD pues allí “conocí un Dios vivo”, conocí a un hombre que, mientras estuvo conmigo, me hizo muy feliz, me amó de la forma que soy, me dio una hija linda, y formó conmigo el tan soñado puré de patatas que usted siempre dice. Hoy, puedo decir que conocí el famoso puré, pues éramos un matrimonio bendecido por Dios en todo.
Claro que teníamos dificultades, algunas veces financieras, pero conyugal nunca. Y mire que el diablo lo intentó, pero nuestro matrimonio nunca se tambaleó. Hoy, sé que amé y fui amada. Hice por él todo lo que pude mientras vivía. En los últimos días de vida, sin saber que iba a morir, dijo: Amor, tú cuidas también de mí, en todo. Y yo le dije: Es porque te amo, pues ni me doy cuenta de lo que hago, lo hago por amor, es automático.
Obispo, no digo eso con dolor, sino con alegría. Le estoy contando todo esto para que usted sepa que mi marido no era pastor, no era diferente a ninguno de los otros funcionarios, no tenía “estrella en la cabeza” (a no ser para mí y para Dios), y fue tratado como si fuese la persona más importante de la IURD. De la iglesia, de los pastores, de Life, en fin, recibí apoyo espiritual, emocional y también financiero.
Nuestro querido Obispo Miguel Ângelo pagó todo el funeral de él (yo supe de esto después). Y recordando también a la obrera y enfermera Ana Lúcia, amiga, hermana, compañera y mujer de Dios que estuvo a su lado todos los días. Dejó el trabajo, momentáneamente, para poder quedarse a su lado, verificando si estaba siendo bien tratado e informándome de todo. Ella cedió la sepultura de la familia, donde hacía menos de un mes sepultó a su querida madre, para enterrar a mi marido.
La Señora Dilza, de RH, me llamó para saber cómo estaba y para decirme que el Pastor Robson, responsable por el RH en Goiânia, y el Pastor Júlio, responsable por el RH de la iglesia en Brasil, ambos le pidieron que me llamase y me ofreciese ayuda. Me preguntaron cómo estaba, ofreciendo el apoyo que necesitase, incluso para que pudiese recibir mis derechos, orientándome en todo.
El Obispo Miguel y su esposa, Doña Regina, pidieron a la funcionaria Dimpina, del gabinete, que me llamase para darme todo el apoyo, y le pidieron que no me dejase solita. En fin, obispo, me vi en la obligación de relatar todo lo que pasé en estos días y todo lo que la iglesia de Goiás hizo y está haciendo por mí y por mi familia.
No olvidando, claro, a nuestro querido Pastor Márcio Carotti, que pidió oración y ayuno a toda la iglesia por mi marido, mientras él vivía, y envió pastores al hospital para que orasen por mi marido y, ahora, por mí y por mi hijita. Y a mi querido padre en la fe, el Obispo Darlan Ávila, que me llamó desde Río de Janeiro el día del funeral para una vez más ofrecerme apoyo y hablarme que permaneciese en la fe. No sé si me olvidé de alguien. Sé que no cité el nombre de todos los obreros, pastores y esposas que me ayudaron, pues no terminaría hoy. Y hay nombres que no conozco a decir verdad.
Soy grata a Dios por todo, incluso sintiendo un dolor inexplicable. Soy grata a mi Señor Jesús por saber que Él amó tanto a mi marido que se lo llevó con Él, y me ama tanto que me ha fortalecido. Y que permitió que yo fuese tan feliz durante esos ocho años.
Mientras que la Globo habla tanto que la iglesia sólo quiere dañar a las personas, la iglesia hizo por mi marido lo que nadie jamás hizo. Y ningún plan de salud existente en la faz de la tierra, tengo certeza de eso, haría por él.
Hasta un día antes de su muerte sólo en exámenes de laboratorio había una cuenta de 9.335 reales. Creo que puede haber sido incluso más, sin hablar del medicamento que hasta hoy no sé bien el valor que fue autorizado, pero creo que fue más de 80 mil reales (no lo sé con seguridad), además de la UVI una de las mejores de Goiânia, que no estaba cubierta por el plan, el funeral, la sepultura, etc.
Fue eso que la FAMILIA UNIVERSAL DEL REINO DE DIOS hizo por mi marido. Tengo una hermana que es obrera en una IURD del barrio de Vila Boa que lucha para llevar a su marido e hijos a iglesia. Mi cuñado estaba muy enojado con la dedicación de ella en la iglesia, y con todo lo que oyó en la Globo. Cuando supo lo que la iglesia hizo por mi marido, lloró como un niño y dijo que retiraba todo lo que había hablado antes, que nunca más hablaría nada de la iglesia y que iría hasta Jesús.
Mi otro cuñado que es pastor de la Asamblea de Dios, hizo un culto defendiendo a la IURD de todas las acusaciones, inclusive pastores de otras denominaciones que visitaban la iglesia aquel día. Sé que hubo una revolución en muchas vidas y que, incluso en el lecho de muerte, mi marido logró muchas almas para Jesús.
Hoy, no sé qué voy a hacer. Sé que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles o espada, nada me separará del amor de Jesucristo. Y lo que Él quiera de mí, heme aquí. Ya pensé incluso en ser pastora, pero no es el momento para pensar en muchas cosas. Pero por amor a Jesús, ¡me gustaría servirlo de todo mi corazón y con todo mi amor!
Obispo, amo a Dios por encima de todas las cosas. Ya amaba a la IURD antes y ahora mucho más, y le amo a usted por haber comenzado esta gran obra de Dios y ser tan guiado por el Espíritu Santo.
No estoy aquí para elogiar a nadie, pues no fue eso lo que aprendí y también sé que no es eso lo que esperan de mí. Sólo quiero agradecer por todo.
En la fe,
Alessandra Mendes Oliveira
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