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Mujer en apuros

Era un viaje pesado. La azafata se comportó de forma grosera desde la salida hasta la llegada. Me preguntaba qué pasó con las azafatas durante los últimos años, ya que durante mi infancia solían ser elegantes. Solían ser muy agradable, su ropa muy elegante, y su forma de manejar todo en el avión era muy delicada. Por alguna razón, ahora es como tener una camarera de mal humor sirviéndote durante 10 horas seguidas.

Me decía a mí misma que no me preocupara, que en seguida yo estaría de vuelta a casa y todo sería genial.

Pero ahí estaban las maletas… eran pesadas, demasiado pesado para mí. Me las arreglé para tomarlas, pero cuando llegó el momento de ponerlas en el carro, me sentía como si estuviera jugando. El carrito para colocar el equipaje no se quedaba quieto y el sudor comenzaba a caer desde la frente hacia abajo. Miré a mi alrededor para ver si alguien me ayudaba pero todo lo que podía ver eran personas que disfrutan viéndome como parecía una tonta.

Nadie me ayudó y todo me costó más de lo normal ese día. Honestamente, me dieron ganas de llorar… ¿qué pasa con la gente en estos días? ¿Dónde están los caballeros? ¿Dónde está el espíritu de solidaridad que normalmente suele haber?

Una de las peores consecuencias de la liberación de la mujer es la siguiente: los hombres reciben un mensaje indirecto, que dice que ya no se los necesita. Yo personalmente siento eso en mi piel cada vez que me llevo un montón de bolsas y nadie se ofrece para ayudarme a llevarlas… cada vez que tengo que sentarme y nadie me cede su asiento.

Gracias a Dios que tengo un hombre que sigue viendo mi necesidad por él, y cómo necesito desesperadamente ser dirigida por él. Por lo menos, lleva mi equipaje, me ofrece su asiento, y nunca jamás me permite llevar objetos pesados.

Supongo que en estos días tenemos que pedir ayuda, algo que no necesitamos hacer un tiempo atrás… la buena noticia es que hay pocos hombres que aún nos ven como mujeres. La mala noticia es que están en extinción.

Cristiane Cardoso