Un hombre entra en un restaurante y le compra a su hijo una porción de papas fritas. Luego, el padre hizo lo que todos los padres hacen: extendió su mano y tomó una papa frita para probarla. El niño golpea la mano del padre y dice: «¡No toques mis papas!»

El padre siente el egoísmo del hijo. El padre sabe que fue él quien compró las papas fritas y que ellas, en verdad, le pertenecen. El padre sabe que su hijo también le pertenece. El padre podría enojarse y no comprarle nunca más una papa frita a su hijo, para enseñarle una lección. El padre podría «tapar» a su hijo de papas fritas, si quisiera.

El padre piensa: «¿por qué mi hijo es tan egoísta? Yo le di un paquete de papas fritas; sólo quiero una».

Dios nos dio vida, bienes, talento, dinero, y todo lo que vemos. Cuando Él nos pide un diezmo y nos rehusamos a dárselo, es como si estuviéramos, en sentido figurado, dándole un golpe en Su mano y diciendo: «¡Saque la mano de mi dinero!»

Dios es el dueño de todo lo que tenemos. Él quiere que nosotros: 1) Administremos lo que tenemos para Su gloria; 2) Devolvámosle una parte de lo que Él nos dio.