thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Nosotros también estábamos ciegos

¡Hola, obispo!

Ya frecuento la UNIVERSAL hace 14 años, y los cinco primeros fueron los mejores de mi vida. Es porque comencé a tener vida después de haberme liberado de tantos espíritus que me aprisionaban.

Fui liberada del insomnio, de las pesadillas, de los vicios, del deseo de suicidio, del nerviosismo, etc. Fui bautizada con el Espíritu Santo e incluso fui obrera, pues amaba salvar almas para Jesús.
Fui a trabajar en un salón de belleza y allá fue el comienzo de mi ruina, pues me senté en la mesa de los escarnecedores. Comencé a tener amistades y me distraía con esa gente. Sin darme cuenta, ya no leía más la Biblia, no ayunaba más y disminuí la frecuencia en la iglesia.

En esos cinco años, que fueron los mejores de mi vida, no tenía malos ojos, ni ojos para hombres, ni pensaba en desistir, pues me preocupaba en ganar almas.
Cuando me aparté del sacrificio, el diablo se aprovechó, y entonces CAÍ.
¡Fue terrible!
Fui ridiculizada, humillada, abusada… Me aparté. Creía que había vuelto, que estaba todo bien.

En los últimos 10 años, incluso volví a la Obra algunas veces, pero noté que ya no era lo mismo. Era fácil entrar y fácil caer también. Cuando volvía, me daba cuenta de que nada había cambiado en mí, aún no había sido bautizada con el Espíritu Santo. Por ese motivo, pecaba siempre, entonces sentía remordimiento y pensaba que me había arrepentido, era una tristeza maldita.

A pesar de haber sido tan débil a veces, noto que tengo un llamado para hacer la Obra de Dios como obrera. Hoy soy evangelista, pero he orado de la siguiente forma: “¡Que en todo sea hecha Tu voluntad, mi Señor!”

Bueno, volviendo al asunto del arrepentimiento, aprendí muchísimo en la reunión del día 12 de mayo, a las 18 horas, en la cual usted hizo la siguiente oración: “Que Dios siembre un verdadero arrepentimiento en el corazón de los que Lo tuvieron, pero Lo despreciaron.”

No entendía la importancia de la necesidad de un verdadero arrepentimiento, e incluso pienso que muchos se fallan por no lograr ese arrepentimiento puro. Todos piensan que lo logré fácilmente.

Sabe, obispo, usted ha sido el portavoz de Dios para mí. Todas las respuestas que Le he pedido a Él para ser una mujer de Dios, me las ha dado. Entonces me doy cuenta que estoy siendo sincera – y realmente lo estoy siendo –, pues hoy la SALVACIÓN tiene una importancia extraordinaria para mí, ¡porque tengo certeza de ella!

¡Que Dios lo bendiga muchísimo!

Rosangela, Vila Brasília – Aparecida de Goiânia

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Obispo Macedo, yo estaba ciego.
Ciego hacía muchos años dentro de la iglesia.

Ciego siendo diezmista y ofrendante.
Ciego siendo obrero.
Ciego como esposo.
Ciego como empresario.
Todo lo que hice me trajo perjuicios a mí y a otras personas.
Ciego al leer la Biblia y reclamarle a Dios el cumplimiento de Sus promesas y no verlas cumpliéndose en mi vida.

Hasta ayer estuve CIEGO.
Ahora VEO.
VEO por qué mi vida no se desarrollaba, no progresaba.
Todo lo que hacía me salía mal, ¿por qué? Por las INJUSTICIAS que he cometido siendo un mal pagador.

El domingo 19, por la mañana, cuando usted predicó y oró, la LUZ DE LA JUSTICIA DE DIOS entró y brilló en mi consciencia y me mostró por qué mi vida no se ha desarrollado como “ÁRBOL PLANTADO JUNTO A LAS AGUAS.” Jeremías 17:7-8.
Pedí perdón y recibí.
Voy a limpiar mi nombre y a pagarles a todas las personas a quienes les debo, y nunca más voy a tener mi nombre sucio.
Voy a cumplir con mi palabra, y sé muy bien que Dios ya cumplió la de Él, cuando dijo a través de usted: “A partir de hoy Dios comienza a engrandecer a Su pueblo de la Iglesia Universal.”
Agradezco a Dios por su vida.
Que Dios lo preserve a salvo y vivo para ver Su gloria en toda la Tierra.

Moisés Magalhães