EL ADN UNIVERSAL - Por Jaqueline Corrêa
¡Esa es la fe que glorifica al Autor y Consumador de la Fe! El e-mail de abajo fue enviado por Jaqueline Correa.
El ADN Universal
Mantener un objetivo hasta el fin no es fácil. Principalmente cuando este objetivo es espiritual; quiero decir, cuando se trata de la mayor conquista que una persona puede tener: la salvación.
Me acuerdo de los días en que mi padre me agarraba del brazo -literalmente- y llevándome de vuelta a casa, me amenazaba con pegarme y arrastrarme por el pelo, delante de todo el mundo. Todo eso era una estrategia para mantenerme lejos de la iglesia. Indignada regresaba a casa llorando. Y así permanecía durante varios días, hasta poder conseguir “escapar” de él, nuevamente, sin ser descubierta.
Cuando ese periodo de tribulación pasó, y mi padre comenzó a ver un cambio de verdad en mí, las persecuciones pararon. Fue entonces cuando caí en un error que, en mi opinión, es bastante arriesgado: comencé a pensar que nunca más pasaría por nada de eso de nuevo. ¡Tremendo engaño!
Como estudiante de periodismo, convivo con muchas personas supuestamente intelectuales, estrictamente críticas y cultas. Son personas inteligentes, que absorben y desenvuelven cualquier asunto con bastante facilidad. Lo del momento, la rivalidad entre la Record y Globo.
Desde que la persecución global comenzó, no fue y no es solamente al Obispo Macedo que se ve afectado por ella, sino que afecta a cada miembro que fielmente considera poseer la sangre Universal corriendo por sus venas. Estos con toda seguridad, deben estar sintiendo en la piel el regreso de las tribulaciones pasadas.
Es exactamente asa que me estoy sintiendo. En la escuela que estudio, casi todos saben que soy de la Iglesia, además de eso, saben que soy obrera. En medio de discusiones y debates sobre las emisoras, surge la figura de la Iglesia Universal. Mis colegas y profesores, no miden esfuerzos para desahogar toda la rabia que sienten en contra de la IURD. Estoy en medio del fuego cruzado, donde las balas van en una sola dirección: hacia mí. No que ellos quieran dañarme; pero es imposible para mi, que me considero hija de la iglesia, no sentirme alcanzada por ello.
En el trabajo por ejemplo, soy llamada de “Obrera del mal”, que solo sirvo para “sujetar las bolsas de ofrenda” y que también aprendo en la iglesia a robar. Me alertan, inclusive alertan a otros funcionarios a tener cuidado conmigo para que no sean heridos por mi y por otros obreros que, junto conmigo, trabajan en esta misma institución. Tenemos nuestros nombres expuestos y somos arrinconados a cambio de nada. Por lo contrario, nunca fueron maltratados por nosotros; y nunca nos vieron de cara amargada. Tal vez esa sea la mayor rabia de ellos: nos instigan, pero nunca nos ven tomar represalias.
En la facultad, me señalan con el dedo, susurran, sonríen de forma hipócrita, hacen ecos de frases de acusación, como: ¡Tú eres de allá!, como si yo estuviese haciendo algo malo. Con respeto al Obispo Macedo se refieren a él como: “Aquel tipo…”; Los milagros son ridiculizados y la fe en Jesús es una locura para ellos. Pero lo peor de todo eso es tener que mantenerme callada.
Uno de estos días, en la clase, me encontré temblando, delante de tanta indignación y enojo. En varias ocasiones pensé en expresar mis verdades también, así como ellos estaban exponiendo las “suyas”. Pero fue allí que me acorde de los días de tribulación con mi padre y me hizo pensar. En aquella ocasión, la voluntad que tenía era de desobedecerlo (confieso), pero acababa siendo confortada por Dios.
En esos casos, es mejor dar la otra mejilla para que nos abofeteen. Haciendo así permitimos que se muerdan la lengua y traguen su propio veneno. ¡Ellos solitos! No es fácil, es verdad, tenemos que tragarnos el sapo de piernas abiertas, sintiendo sus patas arañarnos nuestra garganta. ¡No es fácil escuchar hablar mal de nuestra propia “madre” y no poder hacer nada! Es difícil. Pero creo que es eso lo que fortalece nuestra fe. Esas persecuciones sin sentido sirven para que maduremos y tener más intimidad con Dios. Y esa intimidad nadie la puede arrancar de nosotros, por más que traten de hacerlo.
En este momento, escribo con lágrimas en los ojos porque sé que si no hubiera resistido aquella primera tribulación, tal vez hoy no estuviese aquí. Ciertamente que no. Lo que me consuela y me hace ver el valor de pertenecer a una Iglesia tan perseguida e injusticiada y saber que existen millares de personas necesitando de mi ayuda. Necesitando recibir aquello que yo les pueda pasar: fe y perseverancia. No hay nada más gratificante después de todo esto, que recibir un abrazo de alguien que consiguió tener un problema resuelto. Ahora sé que por ese motivo Dios permite las tribulaciones.
Tal vez Dios quiere “probar” si de hecho somos de Él, si nuestra fe esta en Él o si le vamos a dar la espalda con esta tempestad pasajera. Yo tengo un ADN Universal y lo tendré hasta el fin. ¿Y usted, se avergüenza de su fe o la asume con orgullo? El momento de mostrarlo es ahora.
¡La mejor bofetada es aquella que se da sin la mano!
¡En esa fe, venceremos!
Un gran Abrazo
Ob. Jaqueline Correa
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