Saber o sentir
¿Qué hay en común entre el corazón y el diablo?
Los dos son engañadores y perversos.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremias 17:9
Mientras que Jesús habla del corazón como fuente de malos pensamientos: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” Mateo 15:19, Pablo trata a las obras de la carne como los pensamientos del corazón: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Gálatas 5:19-21
Por lo tanto, corazón y carne son lo mismo.
Las obras de la carne y los pensamientos del corazón dan lo mismo.
Podemos decir que los nacidos de la carne y los nacidos del corazón son lo mismo.
Los nacidos del corazón fueron generados en la emoción de la misma forma que los nacidos de la carne fueron generados por los sentimientos.
A este tipo de “cristiano” le gustan los mensajes con apelaciones fuertes a la emoción.
Le gustan los mimos del pastor.
Le gusta aparecer, le gustan los elogios, los reconocimientos y alabanzas.
A falta de eso, el corazón fervoroso se entristece y hasta abandona la fe…
Los nacidos de la carne son pura emoción.
En la iglesia se sienten bien, pero afuera de ella se sienten fríos.
Viven de lo que sienten o dejan de sentir. Por eso, no logran vencerse a sí mismos y mucho menos al mundo.
Fueron engañados por la fe venida del corazón. El tiempo acaba mostrando sus frustraciones.
Lo que guía su fe son los sentimientos y no la Biblia.
Su fe nació en el corazón y fue abrigada por los sentimientos. Ella se crió allá y continúa alimentándose.
El consejo emotivo, la música emotiva, la reunión emotiva, las alabanzas regadas de emociones, en fin, su fe es puro fruto de los sentimientos.
Sólo espuma. Nunca está apta para obedecer la Palabra de Dios, enfrentar las aflicciones, las tribulaciones y las pruebas de los desiertos.
Ese tipo de fe no tiene coraje para sostener la espada y defenderla. Más bien defiende a la denominación, al pastor, pero nunca a su creencia.
Su cobardía acepta cualquier cosa. Menos luchar. Acepta hasta la sociedad con el mal, sólo para no tener que confrontarlo.
La fe del corazón es como el cosmético. Se derrite ante el calor de la batalla. Se tapa los oídos ante el sonido de la trompeta y huye del alarido de la guerra.
¿Cómo el Espíritu de Dios podría contar con ese tipo de gente?
Religiones y religiosos son así. Conscientes o inconscientes, trabajan en complicidad con el infierno.
Mucha gente sustenta la fe calentada por la cobija de la emoción; otra por la frialdad de la tradición.
Pero también están los que no hieden ni huelen, son los tibios.
Mientras tanto, contrariando las sensaciones de la fe religiosa, surge la fe inteligente. Fe que piensa, pesa, medita y evalúa.
Esta fe cree que Dios no puede mentir ni revocar lo que prometió. Que Él hará exactamente como prometió.
Tal calidad de fe no se fija en las circunstancias, no mira para atrás, ni tampoco a los costados. Siempre va adelante, cueste lo que cueste.
Como ejemplo de eso, el apóstol Pablo usaba su fe inteligente combinada con los pensamientos de Dios. Y dejó un precioso consejo:
“… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante prosigo a la meta…” Filipenses 3:13-14
Le dijo a Timoteo: “… yo sé en Quién he creído, y estoy seguro de que Él es poderoso para guardar mi depósito para aquel Día.” 2 Timoteo 1:12
Él sabía y no sentía en Quién estaba creyendo.
¿Y usted lector? ¿Ha sabido (intelecto) o ha sentido (corazón) en Quién ha creído?
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